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Wednesday, March 03, 2010

EL ABUELO Y EL PERRO


Lo encontré en la acera llorando con la colilla en la boca: "me se ha muerto el perrillo" decía. "diecisiete años cormigo, y sa muerto en un día". Se secaba las lágrimas con el dorso de la mano. No pude menos que compadecerle y poner cara de circunstancias. No tuve que fingir mucho, porque me daba verdadera pena, por dos razones: adoro a los perros y a los viejecitos.
Intenté consolarle como pude, escuchándolo, dejándole hablar para que se desahogara, para que soltara su pena y se sintiera mejor después. Se le había muerto el chucho, feo de veras, tras tantos años de compañero fiel. Nunca he pasado por algo así porque mis dos perros no son viejos todavía, pero no debe ser un trago dulce. Me conmovió que un señor de casi 80 tacos, viudo, que seguramente habrá pasado las de Caín durante toda su vida, se emocionara tanto por la muerte de un animal.
A la semana siguiente ya tenía otro chucho (nada de perros de pedigrí, bulldogs francés, inglés, rotweiler, o algo así), pequeñísimo, más bonito que el anterior, vivísimo como el rabo de una lagartija que parecía que le iba a descuajaringar el brazo del hombro. Y el señor más contento que unas castañuelas. A rey muerto rey puesto. Me alegré mucho por él porque cuando lo vi temí que no hubiera superado la muerte del chucho anterior. Ahora me explico como se pueden superar las calamidades de la vida. Con optimismo y mirando hacia delante como hace este señor. Y esto no se aprende en ninguna Universidad ni en ningún libro. Supongo que se nace así, quizás se pille algo durante la vida.
El caso es que el señor con su sempiterno medio cigarro en la comisura, al estilo de John Wayne o Clint Eastwood, ya me estaba contando las hazañas de su "chica" ( nada de nombres raros a los perros) como si fuera su nieta. Sentí otra vez pena por él porque pensé que no tenía a nadie en el mundo y esquivaba a la soledad con un perro. No podía yo estar más equivocado, porque tiempo después lo vi en una cafetería con una familia muy grande y con niños que sin duda eran sus nietos. A partir de entonces le cogí más afecto todavía porque lo suyo es verdadero amor a los animales, no pasatiempo para no aburrirse ( que no lo repruebo en absoluto).
A todas horas lo ves con su perrilla, despistado, y yo cuando lo veo cambio de acera para hacerme el encontradizo con él (justo lo contrario cuando veo a un vecino) y sonsacarle algunas palabras, intentado ponerme a su altura para que me cuente cosas de su perrita.
Me da la sensación de que trata de evitarme porque o bien no se acuerda de mí porque es muy despistado o bien me considera un plasta que lo atosiga a preguntas, pero es que me dan unas ganas tremendas de darle un abrazo y rogarle que me adopte como nieto.

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