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Saturday, May 29, 2010

KRISTINA DE NORUEGA


Dentro del apasionante y complejísimo escenario de la Edad Media española, me ha llegado una historia de una princesa ¡¡¡noruega!!! que vino a casarse a España con un príncipe, Felipe, hermano de Alfonso X en 1258.
Todo empezó con Alfonso VII de Castilla y León en 1152 cuando, tras muchas relaciones diplomáticas con el Imperio Alemán, se casó con una descendiente directa del Emperador Enrique IV. Éste fue el inicio de una larga historia de relaciones que se prolongarían durante los siglos XII y XIII entre León- Castilla y los monarcas alemanes.
Pero fue el gran Alfonso X el que se involucró personalmente a sí mismo y a Castilla en la "realpolitik"(si me permiten el neologismo) europea. Al tener acuerdos suscritos con el Imperio alemán, Castilla implícitamente aceptaba ponerse de parte de los alemanes en su eterna lucha contra el Papado romano.
Alfonso X, al ser descendiente directo de la dinastía Staufer, optó por luchar por el trono del Imperio tras el vacío producido por la muerte del Emperador Federico II. El partido gibelino italiano, enemigo enconado del Papado, le envió una legación ofreciéndole su apoyo al trono europeo. La partida de ajedrez ya estaba en marcha y cada jugador movía sus piezas.
Marsella y Pisa fueron las siguientes ciudades en mostrar su apoyo al rey castellano, y después, entre otros, Jaime I de Aragón y Luis IX de Francia.
El 21 de Octubre de 1258, Alfonso X declaró formalmente su aspiración al trono europeo, no por ansias de poder o riquezas, sino para velar por la paz, la justicia y la libertad. El otro contendiente al trono europeo era Ricardo de Cornwall, hermano de Enrique III de Inglaterra, que se hizo coronar por la cara, sin consentimiento alguno del Papa.
Alfonso X, por su parte, no se quedaba atrás para lograr el trono imperial: organizó una cruzada en África en 1260 e intensificó sus contactos en las cortes europeas para ganar adeptos, incluyendo al rey Hakon IV de Noruega.
El nórdico tenía una hija en edad de merecer, Kristina, y, como era habitual en la época, ambos cónyuges fueron casados para favorecer los planes políticos de sus respectivas monarquías: el español, conseguir un nuevo sostén en su carrera hacia el trono, y el noruego un aliado fuerte en una querella antigua que tenían los noruegos contra el norte de Alemania.
El caso es que en 1255, el rey Hakon ofrece su hija a Alfonso X y éste, a su vez, propone a su hermano, el infante Felipe, que aunque abad de Covarrubias, tenía poca afición a la Iglesia y se mostraba deseoso de "arrimarse" a la noruega.
A principios de 1257, Kristina zarpa de Noruega, y tras pasar por Inglaterra y Francia llega a Cataluña donde es recibida por Jaime I El Conquistador (que por cierto estoy leyendo su autobiografía) y poco después arriba a Castilla, siempre en loor de multitudes.
La comitiva de Kristina llegó a Valladolid en enero de 1258, en marzo se casó con Don Felipe y al poco se marcharon a Sevilla donde el infante fue elegido Arzobispo de la ciudad antes de su boda.
Todo parecía ir a pedir de boca para las dos dinastías pero el matrimonio no dejó ningún hijo y tristemente la princesa murió sólo cuatro años más tarde en la capital hispalense según las crónicas "a causa del fuerte calor al que estaba desacostumbrada". Su cuerpo fue trasladado a Covarrubias donde descansa desde entonces en un bonito sarcófago.

Sunday, May 23, 2010

BORDES




Una de las cosas que he aprendido de mi admirado Carlos Herrera es la de "comprender" a los bordes. Carlos los adora y les ha dedicado varios programas de sus fósforos a estos seres desagradables que pululan por nuestro territorio (no por nuestra geografía tal y como dice todo Cristo confundiendo la ciencia que estudia el territorio con el territorio en sí mismo).
En España los bordes abundan sobre todo en los comercios porque ya sabemos que aquí el cliente es una molestia. Celebrados son aquellos casos del que llega a un bar y le pide al camarero un café a lo cual éste le espeta: "con to los bares que hay en el pueblo, has tenido que venir a éste precisamente" o el otro que también requirió un café y obtuvo por respuesta del dependiente: " espérate a que llegue otro porque para un café no me molesto yo". ¿Verdad que son enternecedores? .
Cualquiera no vale para ser borde; como para todo en la vida, para ser borde hay que valer. Me recuerda un prólogo de una novela de Blasco Ibáñez que leí hace muchos años que decía algo así como que en tiempos de guerra el soldado podría largarse a las primeras de cambio con el rabo entre las piernas y el cura sin embargo agarrar la escopeta y echarse al monte a liderar una partida de guerrilleros. Es un asunto de vocación. El borde, como el lechón, nace borde y muere borde. Seguramente se pule con los años, pero su vocación, ese prurito interior le late en el pecho desde su más tierna infancia. Supongo, como casi todo, que tendrá su parte heredada y su parte propia. O sea, que como buenos mamíferos aprenden observando a sus progenitores en acción aunque de seguro hay bordes nacidos de padres absolutamente educados.
El menda, como todo hijo de vecino, se ha topado con alguno de estos señores/as que habitan por esos sitios de Dios. Recuerdo la familia entera del Bar Franqueza, Chipiona. Un garito de mala muerte donde sirven las mejores cabrillas y caracoles de la zona. Me llevaron mis suegros y la pari advirtiéndome de la brusquedad del personal del garito, sobre todo del padre, un sesentón bajito, calvo y de uniforme. Cuándo inquirí sobre la tardanza de los moluscos, me espetó un "esperaaaa" muy alto y desagradable, perfectamente audible en todo el local que consiguió ruborizarme y no chistar hasta que llegaron los platos humeantes. Las risitas de mis suegros, perros viejos que saben cómo las gasta el sr Franqueza, todavía me hieren.
Luego está el encargado del Opencor del pueblo, un chaval de unos treintaytantos tacos, regordete y con voz de pito que me saca de mis casillas. Me soltó varias groserías de las que sólo recuerdo la última, cuándo fui a cambiar un billete y me soltó :" me lo podías haber dicho antes de cerrar la caja". Todo esto con una voz de urraca que le aporta un nivel de grosería considerable.
Ahora caigo en el dueño de un bar al que iba antes de que me timaran cuyo dueño, Luis, un jerezano bigotudo de unos 50 años se negó a servirme porque yo entraba con mi ABC debajo del brazo dispuesto a tomarme unas cañas y a leer tranquilamente. Pero él, sociata acérrimo, no estaba por la labor de poner copas a un facha como yo aunque le costara dinero. A éste también le vi hace un corte de mangas en la cara de un cliente culé, porque él era madridista y más borde que nadie.
Pero mis favoritas son dos tías de un quiosco cercano: madre e hija. Al principio, yo les daba los buenos días y se me quedaban mirando fijamente sin decir ni mu con cara de impaciencia como si les estuviera haciendo perder el tiempo. A los pocos días dejé de ser educado y les plantaba el ABC en el mostrador, el dinero y me largaba. Como los animales. Recuerdo un día, iluso de mí, que les pagué con calderilla pensando que les vendría bien dinero suelto y me suelta la madre:" esto que porquería es". Como ya sabía de qué palo iba la tía, le respondí que dinero y que eso es lo que hay. Pa borde yo. Desde entonces nos llevamos mejor. Estas tías detestan a los educados porque les hacen perder el tiempo y sólo se llevan bien con los bordes. Estamos empezando a ser amigos y todo. Siempre y cuando sigamos las reglas. Nada de buenos días, adiós, gracias y todo ese rollo. Al grano. Hoy ya se ha permitido comentarme algo de la peli del domingo del ABC. Al final nos vamos a hacer amigos y todo.

Monday, May 17, 2010

YANKIES, COME HOME!!!


Estaba pensando en las satrapías que asuelan demasiados países del mundo; dos de ellas me llaman poderosamente la atención: Cuba y Venezuela. Hay muchas más, of course, como Irán, Afganistán, Rusia, Marruecos, etc. Pero las dos de arriba me resultan como más cercanas y, por ende, su sufrimiento se me hace menos soportable.
Recuerdo durante los años de instituto a las hippies de turno, a los guays de Biología defender contra viento y marea a Castro y sus secuaces.Esgrimían, entre litronas y panchitos, una sarta de mentiras, de lugares comunes absolutamente risibles desde la comodidad del césped del campus: "que en Cuba no hay analfabetismo, que si en Cuba están los mejores cirujanos, que el imperialismo yanky no les deja levantar cabeza,etc". Soniquetes que todos hemos escuchado demasiadas veces y que no resisten el menor análisis.
Conocí hace unos meses a un cubano setentón ya, y su cara, su alma, eran un poema; albergaban la tristeza del que sabe que nunca podrá volver a su país, del que ve cómo su tierra se muere de hambre ante la desidia e ignorancia internacional. ¿Puede haber mayor tristeza que la del exiliado, la del que se ve forzado a abandonar su tierra para posiblemente no volver nunca más, todo por culpa de un tiranozuelo aupado sobre el miedo del pueblo?
Aún hoy día escuchas peña que "comprende" a los fascistas estos; no sólo en sus países, que son un ejércitos de paniaguados con la cachiporra alegre dispuestos a usarla contra todo aquél que chiste, sino en España: el tonto del culo del Willy Toledo, la tonta del gimnasio con palestino al pescue que dice que Chávez es "cañero", mi ex-cuñado, una excelente persona pero con ideas suicidas.
Yo, sin embargo, voy a mojarme y voy a aportar una solución, y lo digo completamente en serio: ¿porqué coño los americanos no invaden Cuba en dos días, enchironan al Castro y a su coro de palmeros, se quedan ocupando la isla unos meses para evitar altercados y de camino instauran una democracia? Si Kennedy hubiera invadido Cuba, pongamos por ejemplo en el año 62, cuando lo de los misiles en Bahía Cochinos, y le hubiera pegado una buena patada en el trasero de mandril de Castro, ahora los cubanos llevarían 50 añitos de prosperidad, buenos alimentos, seguridad, nivel económico aceptable y dignidad, porque si hay algo que la democracia dé a un país es dignidad, decencia y superioridad sobre aquellos países que no la disfrutan. Porque los yankies no tardarían más de dos días en ocupar esa islita a escasos 200km de Florida. Vale, se producirían algunos muertos, sobre todo de soldados cubanos, pero siempre serían menos que los que han muerto en las cárceles cubanas gracias a la represión castrista. Todo a cambio de una democracia. Pienso que vale la pena el trueque. Pero claro, en este mundo eso es imposible. Los amigotes de Castro, con Putin a la cabeza, no lo tolerarían y nos pondrían al borde de la III Guerra Mundial. Que si imperialismo yanki y bla,bla,bla. Los progres de Europa montarían manifestaciones con pancartas tipo"yankies go home" dispuestos a sacrificar a todo un país con la condición de que EEUU no se salga con la suya, aunque sea para imponer una democracia. Porque el progre de palestino atado al cuello, chapita del Ché en la solapa de la chupa y de porritos en el parque, está dispuesto al sacrificio, pero siempre del prójimo, nunca de sí mismo. Si acaso, Cuba pero en vacaciones, quince días o así en un resort, o un par de meses por la jeta apoquinados por el ayto progre de turno para rehabilitar el casco viejo de La Habana. Ése es el máximo sacrificio que están dispuestos a aportar.
Porque sé positivamente que el día siguiente al hipotético derrocamiento del mandril Castro, el pueblo cubano saldría a las calles a celebrarlo con lágrimas en los ojos, saltando y cantando por haberse quitado carga tan pesada.
Si Martí and company levantaran la cabeza y vieran en qué ha quedado la Cuba por la que tanto lucharon y dieron su vida.

Monday, May 10, 2010

EL MAR


Es como un imán que te atrae con una fuerza irresistible, como un hipnotizador que te anula la voluntad y juega contigo, un titiritero que mueve los hilos y te hace caminar hacia él. El mar.
Desde que hace casi siete años me mudé a la costa, creo que se pueden contar con los dedos de la mano los días que no he ido a verlo, a olerlo, a sentirlo, en definitiva. Por supuesto en verano, a tostarme vuelta y vuelta al sol aquí en San Pedro, Marbella o en la maravillosa Tarifa, que está a una hora en coche. Pero también acudo todos los días en invierno, cuando sopla un levante de mil demonios y las palmeras del paseo marítimo se contorsionan y gimen como quejándose por el traqueteo al que se ven sometidas. Días de lluvia en los que los arroyos, los riachuelos y los ríos van a morir al mar, engullidos por esa masa enorme de agua que aunque tengan nombres distintos es la misma agua a lo largo de todo el planeta.
La Costa del Sol, aunque en gran parte arruinada por la avaricia, conserva aún algunos tesoros en forma de calitas con huertas hasta la misma orilla, salpicada de antiguas torres vigía testigos mudos durante siglos de los avatares de la vida, y de ríos, muchos ríos cortos, limpios y estacionales por la rigurosidad del clima y la cercanía de la cadena montañosa que la aisla del interior. Ríos que en esta época de lluvias lucen esplendorosos, ignorantes de que su vida es corta y que el mar les está esperando al final del trayecto para engullirlos.
Otros días, cuando sopla viento fuerte del sur, procedente de África, el mar ruge como un león buscando hembra. Su rugido se puede escuchar a lo menos un km de distancia, y a los que somos de secano, las primeras veces nos sorprende el atronador aullido marino similar al de una Harley con el carburador trucado. Es en esos días de furia cuando los soldados de Neptuno, que son las olas, atacan sin piedad la costa, incansablemente una y otra vez, hasta derribar todo lo que encuentran a su paso, arrastrar hacia el vientre marino la arena y vomitar miles de objetos, sobre todo palos, plásticos y conchas de todos los tipos y tamaños. Es en esos días también cuando más huele el mar, cuando la brisa te trae hasta los orificios nasales todo el olor de millones años de mar, de agua salada mezclada con peces, mamíferos y rocas que te penetra bien hondo hasta el último alveolo y te ensancha los pulmones como si fueran cometas listas para volar.
Pocas noches al año, que siempre son frías, secas y calmas, cuando la luna está redonda y blanca como un plato y baja porque la noche no ha hecho más que comenzar, si la superficie está tranquila, la Luna lo usa a modo de espejo, y se mira presumida, reflejando su perfil blanco y virginal para regocijo nuestro.
La semana pasada, temprano por la mañana, en un día que apuntaba a ser caluroso, con un agua quieta como una sopa, me asomé a la barandilla del estupendo paseo marítimo que nos dejó el GIL y había un barcazo imponente atracado como a una milla de distancia, justo entre San Pedro y Puerto Banús. No soy un experto aunque haya leído mucho sobre barcos, pero sería una fragata de por lo menos 70 u 80 m. de eslora, con 5 mástiles altísimos y dos filas de portas por costado. No pude distinguir ni el nombre ni la nacionalidad, aunque el perfil era similar al barco escuela Juan Sebastián Elcano. Sentí envidia de esos hombres de mar que hacen moverse a una mole de millones de kg como una bailarina y que visitan muchas ciudades del mundo mientras trabajan en equipo. Y no pude por menos imaginar el terror que habría sentido si por cada porta asomara un cañón y empezaran a escupir fuego sobre el pueblo, tal y como pasó cuando los ingleses destrozaron Portobello en 1740, los españoles Argel en 1785 con el gran Barceló a la cabeza o los franceses sobre Tánger en 18oo y algo.