15 JUNIO 2016
Uno, que es español a carta cabal, se
horroriza por igual de las izquierdas y de las derechas, algo así a modo de un
Chaves Nogales de hogaño: no me representan en absoluto los fachas de Madrid
(por poner un ejemplo) con la bandera rojigualda con el aguilucho estampado así
como me espantan los nacionalistas de toda ralea que, por ejemplo, invitan al
despreciable Otegui al parlamento catalán.
Gracias a desperdicios humanos como Otegui,
la barbarie etarra fue capaz de matar, asesinar y secuestrar durante muchos
años a seres humanos con hijos, mujeres, padres, etc.
Nada más natural que los antiespañoles, la
CUP y Convergencia y Podemos también, le abran las puertas del parlamento
catalán; el único programa de estos partidos es la ruptura con España, amén de
vaguedades, promesas imposibles de cumplir del tipo independencia.
¿Quién se responsabilizará de la frustración
de los ilusos, engañados por estos trileros, una vez que el humo se disipe? Tardá,
Rufián, Puigdemont, etc. Seguro que no.
Se va percibiendo ya, como una tormenta que
se acerca, cierta violencia antiespañola, que es la vía de escape de los frustrados
ante la carencia de resultados tangibles independentistas; todo se queda en
palabras, discursos grandilocuentes, promesas de sueños irrealizables que
mantienen al populacho embobado por falta de sentido crítico, de tener los dos
pies bien plantados en el suelo y caminar lento, seguro, pisando fuerte.
Así, a mi entender, es como se hace la
política: a la manera inglesa. Con un pragmatismo insobornable, con planes
claros, determinados, consensuados, y, sobretodo, poco a poco.
No con castillos en el aire, con ilusiones
de independencia, con hojas de ruta en 18 meses mientras el pueblo en la calle
no lo pide; son los que mi admirado Jesús Pabón llamaría maximalistas porque
siempre quieren más y más. Nunca han deseado ni desean el acuerdo, sino la
ruptura.
Son los idealistas, los que tienen la
cabeza en las nubes y caminan con los pies embarrados por el fango. Promesas
irrealizables por quiméricas, imposibles, que embelesan a muchos ilusos,
ignorantes cuyo punto de impulso es el agravio.
Y éramos pocos y parió la abuela: Podemos
se apunta al referéndum. Pobres idiotas, ilusos. La Historia con mayúsculas los
juzgará. Ignoran muchas cosas, entre ellas la perspectiva histórica.
Ignoran que su referéndum es de todo punto
imposible, que nunca se podría celebrar. Si se celebrara, será el comienzo de
los problemas de verdad, serios, no el final como ellos se imaginan.