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Thursday, February 20, 2014

El conde Don Julián, Fernando VII en Bayona y ...


   El Sáhara Occidental, claro; los que saben de esto dicen que, entre las muchas páginas deshonrosas de la  larga historia española, estas tres son las peores, las que realmente te hacen avergonzarte de haber tenido la mala suerte de haber nacido en la vieja piel de toro.
   La más reciente, hace apenas cuarenta años, se produjo en lo que hoy día es  territorio ocupado por Marruecos, y ocupado por la cara o, mejor dicho, por cojones, a las bravas y dando hostias. Vaya por delante que bajo mi punto de vista, el principal culpable de esta tragedia es Marruecos en primer lugar por su decidida apuesta por la violencia y la opresión, y en segundo lugar España por su canguelo y su falta de palabra.

  Es fundamental aquí hacer un ejercicio de revisión histórica y mencionar que muuuuuuucho antes de que los árabes asomaran la patita por lo que hoy día es Marruecos, toda esa parte más Mauritania eran provincias hispanas del Imperio Romano. Se les conocía como Hispania Tingitana y Mauritania Cesariense y esto era así hasta la caída del Imperio allá por el 430 de nuestra era. La religión oficial del Imperio era ya la Católica y toda esa área pertenecía al Obispado de San Marcial del Rubicón, con sede en Sevilla. Alfonso X "el Sabio", por ejemplo, tenía plena consciencia en sus "Siete Partidas" de que la Tingitania era tan española como lo podía ser Cuenca e Isabel la Católica, justo antes de hincar el pico, se acordó de África e insistió en la recuperación de los territorios ahora ocupados por los árabes. Fernando el Católico, tachado de genial por más de uno, daba la tabarra con la reconquista de las provincias africanas, harto como estaba por la preponderancia que tomaba la recién descubierta América. Las Canarias se tarda en conquistarlas casi un siglo (1402-1496) y justo enfrente dos canarios, García de Herrera e Inés Peraza fundan una pequeña población con un nombre maravilloso, "Santa Cruz de Mar Pequeña"; dicha población, tras los repetidos ataques de los nativos locales, tuvo que ser abandonada sobre 1524, pero lo curioso y mágico del asunto es que casi 500 años después, se fundaría una ciudad en el mismo sitio llamada "Sidi Ifni" en virtud a un tratado firmado y que concedía la cesión del territorio " a perpetuidad". Igualito que Gibraltar en el Tratado de Utrecht de 1713: ya veremos a lo largo de este artículo lo que significa " a perpetuidad" para un español y para un inglés. Un poco antes, en 1436, los portugueses, que eran unos magníficos navegantes, en lo que con el tiempo se conocería como "Villa Cisneros", llamaron a la alargada penñinsula "Río Douro", porque les recordaba al río que desemboca en Oporto.
  Aparte de esto, hubo pocos intentos más de reconquista de dichos territorios ( y digo reconquista porque siempre estuvo presente la sensación de que dichos territorios siempre fueron parte de la corona española como legítimos descendientes del Imperio Romano y de los Reyes Godos). Fundamentalmente, tres fueron los factores para que no se procediera al asentamiento de más territorios:
1. la existencia de diversos tratados con Portugal, cediendo a los vecinos lusos la costa atlántica en favor de la mediterránea.
2. la enorme y poderosa presencia de piratas moros.
3. la escasísima cantidad de energías destinadas a esta empresa en favor de la conquista de América.
  Pasaron así varios siglos hasta que ya perdidas las posesiones americanas casi en su totalidad, España, que tenía un Ministerio de Ultramar para 3 territorios solamente (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), se decide a darle un impulso a ese prurito conquistador que anida en cada español, mayormente por el ansia de gloria y por escapar de la eterna penuria económica española. En 1860 y 70 se producen varias expediciones a lo que hoy día es el Sáhara Occidental, de carácter comercial y de trato con los jefes tribales, elaboración de mapas y cosas por el estilo. Expediciones cutres, a lo español, con menos presupuesto que el puchero de una gitana; el primer paso serio e importante se da en 1884, cuando se establecen 3 casetas de madera en Villa Cisneros, Puerto Badía y Medina Gatell por Emilio Bonelli, un funcionario cartógrafo y arabista reputado que urgía a la colonización de dichos territorios antes de que cualquier potencia europea lo hiciera ( en particular Francia). Ante las peticiones de Bonelli, el gobierno español se apresura a declarar el protectorado entre los cabos Blanco y al sur y Bojador al norte el mismo año de 1884.
 Dos años después, una nueva expedicíón llega hasta unas salinas que hay en el desierto mauritano, y tras la firma de un acuerdo con las tribus locales, el territorio bajo dominio español alcanza ya los 700.000 km2 ( más de lo que hoy día tiene España, ojo). Un atlas de 1895, de un alemán llamado Stieler, lo refleja así, y no pasaba nada malo.
 En 1900, se firma un tratado con Francia, que tenía enormes posesiones, y se le concedía a ésta las salinas descubiertas 14 años antes. Se les concedía porque no había más remedio, ya que los franceses eran mucho más poderosos y estaban en disposición de imponer condiciones. En este tratado, el norte del territorio se quedó por delimitar, lo que se hizo en otro tratado de 1912: a la parte norte se le dio la figura de protectorado, y a la sur, de colonia. La diferencia entre una y otra figura legal es importante, porque el protectorado es administrado por un enviado del sultán bajo la supervisión de España y la colonia es un territorio de facto, de pleno derecho de la potencia colonial. Éste tratado ya fue de por sí una metedura de pata española, al conceder a Marruecos la administración de un territorio, la zona norte del Sáhara Occidental ( lo que hoy día es Tarfaya) que nunca fue marroquí. Y cuando digo nunca quiero decir eso precisamente. Por lo que Marruecos se encontró gracias a la negligencia española que una extensa zona se le regalaba sin siquiera pedirla. (mañana más)