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Tuesday, March 30, 2010

LOS DUROS ANTIGUOS


La semana pasada me acabé de leer una novela bastante mal escrita, aburrida por la abundancia de metáforas simplonas y pesadas. Sin embargo, la historia real sobre la que se basa la novela me parece, a mi modesto entender, de un interés extraordinario.
Se trata de la vida del llamado "último pirata europeo", Benito Soto Aboal, gallego de nacimiento, nacido a principios del XIX. En las rías de su tierra , de chaval y junto a un tío suyo, se dedicó al contrabando de toda clase de mercancías y que ya por aquel entonces se practicaba. Ya veinteañero, se enroló en un barco negrero brasileño, "El defensor de Pedro", que transportaba esclavos desde la costa africana occidental hasta las colonias americanas (principalmente Cuba y USA). Después de un tiempo realizando este trabajo, Benito y parte de la tripulación se amotinaron, se apoderaron del barco y se dedicaron a la piratería. Sería una época corta, sanguinaria y memorable. Se dirigieron inmediatamente desde la costa africana hacia la Isla de Ascensión, una islita a mitad de camino entre África y América. Allí se mantuvieron al pairo hasta que divisaron su primera víctima, el "Morning Star", una fragata inglesa con ruta entre Ceylán y Londres. Era el 19/02/1828. La locura asesina de los piratas se desató sin ataduras y el barco sufrió las consecuencias. Hombres con la cabeza tiroteada, mujeres violadas, vejadas y golpeadas, todas las propiedades saqueadas, incluyendo un par de cofres con monedas de oro procedentes de la colonia británica. Luego, para no dejar testigos, encerraron a los supervivientes en una cámara e hicieron varios agujeros en el sollado para que el barco se hundiera él solito a las pocas horas. Ahí cometieron un gran error por suerte los piratas porque los prisioneros pudieron escapar de la cámara y tras interminables fatigas y privaciones pudieron llegar a Londres un par de meses después.
La caza sangrienta del barco pirata, bautizado ahora como "La burla negra", no había hecho más que comenzar. Su siguiente presa fue el "Topaz", sólo diez días después, una fragata yanki que explotó por los aires tras una dura batalla. De los 22 marineros de la tripulación, sólo sobrevivió uno que fue tomado como rehén. Durante el mes siguiente, atacaron, saquearon y mataron a destajo a la tripulación de los siguientes barcos: "Cessnok", "Sumbury", "Ermelinda" y "New Prospect". Habían seguido una ruta hacia el norte y después de la última presa se dirigieron a La Coruña, donde intentaron vender la gran cantidad de mercancías que habían ido acumulando. Se pudieron deshacer de casi todo menos de los dos cofres de monedas del "Morning Star", que el sanguinario Benito pensaba quedarse para sí para disfrutar de una jubilación que ni el director general de la SGAE. Pero ya las cosas estaban torcidas, había demasiados gallos en el mismo corral, las disensiones e insidias entre los piratas eran notorias y, para más inri, "La burla negra", bautizada otra vez como "El defensor de Pedro" para despistar a las autoridades, hacía agua por todos lados. Benito ordenó embarrancar en lo que él pensó que era el Cabo de Trafalgar, y una vez ahí repartir el tesoro y largarse cada uno con viento fresco. Pero les fallaron los cálculos y vararon en una playa cerca de Cádiz, a la vista de mucha gente. Cuando llegó la noche enterraron el tesoro en la playa más cercana con la intención de recuperarlo más adelante y se dispersaron por la costa. Fueron cayendo como moscas. Todos fueron capturados en la capital porque daban más el cante que un heavy en un concierto de Pimpinela. Todos a excepción del peor, Benito Soto, que fue a Gibraltar a cobrar una letra de cambio y allí fue pillado.
Ahora viene lo mejor: las condenas. Los diez pillados en Cádiz, ahorcados, descuartizados y sus cabezas expuestas en escarpias a la orilla del mar. Y para Benito en el peñón, lo mismo más arrastramiento del cuerpo por añadidura.Se lo tenían merecido. Hoy día no pasarían de los 20 años a la sombra, pero en 1830 no se andaban con tonterías con esta clase de asesinos.
Los cofres siguieron enterrados más de 70 años hasta que unos pescadores gaditanos encontraron unas monedas antiguas en la playa tras un temporal. La voz se corrió como la pólvora (toma topicazo) y todo Cádiz se echó a la playa a por las monedas de oro. Durante el carnaval del año siguiente, 1905, "El Tío de la Tiza" compuso una letrilla que tanto dio que hablar...

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