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Sunday, November 27, 2016


                                                          VERDADES AMARGAS

    Recuerdo que estábamos en la casa del pueblo de los abuelos, aquella casona de techos altos, habitaciones amplísimas, fresca incluso bajo los tórridos veranos andaluces. Tenía doce años cuando a mi abuelo le dio un infarto mientras escarbaba en el huerto entre las tomateras. Cayó fulminado como un tronco recién talado, de boca, y cuando entre mi abuela y yo lo llevamos adentro y lo tumbamos en el sofá, todavía mostraba trozos de tierra entre los labios.
    Recuerdo también, grabadas a fuego en mi cerebro, las últimas palabras que le dirigió mi abuela:
- no era tuyo Pepe.... - me dio tiempo a mirar de reojo a mi abuela para ver como apuntaba una media sonrisa de triunfo.
    Pasó el verano, y muchos otros hasta que ya de adulto, casado y con una hija pequeña, después de una copiosa cena bajo el emparrado del porche, con una copa de orujo helada en una mano y un puro en la boca, mi hija durmiendo plácidamente a mi lado, mi abuela me comentó:
- niño, tengo que confesarte un secreto; este será mi último verano y no quiero irme a criar malvas con este peso encima.
- no digas tonterías abuela si estás mejor que yo- mentí descaradamente, testigo del lastimoso estado físico que iba sufriendo mi abuela desde el verano anterior. Hacía años que había olvidado a mi abuelo pero no las misteriosas palabras que le dedicó mi abuela porque presentía yo que encerraban un enigma insondable.
- es de cuando la guerra, pero aunque han pasado más de setenta años nunca lo he podido olvidar... ¿tú sabías que la guerra nos pilló en Cartagena, no? tuvimos que salir a toda prisa después del bombardeo y la miserable caída de Málaga. Fue horrible aquello niño. Ya estábamos casados y tu tío Pepe había nacido incluso, cuando el abuelo, que trabajaba de estibador en el muelle y estaba sindicado a la UGT, se enroló en las Fuerzas de Asalto de la ciudad en busca de fascistas residentes en Cartagena...como no lo conocía nadie en la ciudad al principio no sospechaban de él y le abrían francas las puertas de sus casas ignorantes del siniestro destino que les esperaba... - se entrecortaba la abuela entre llantos mientras se secaba las lágrimas con un pañuelito de papel del bolsillo del delantal - luego fueron pasando los meses y se rumoreaba de él que a los que sacaba de casa nunca volvían...luego los encontraban en el Campo de la Morera sito a las afueras de Cartagena, todos con un tiro en la nuca. Cogió una reputación siniestra el abuelo niño y a mí, bien por miedo, por adulación o por ambas cosas me regalaban en las tiendas carne, pan, azúcar y todo lo que hiciera falta. Todas las noches me traía joyas, pieles, vajillas, regalos se excusaba sarcásticamente, pero yo bien sabía de donde provenían todas esas cosas. 
    Cartagena en aquella época estaba llena de rusos apoyando a la República y quiso el destino que uno de ellos se cruzara en mi camino cuando iba a llevarle la tartera con la comida a tu abuelo al aeródromo...ya sabes niño a lo que me refiero...un piloto de avión alto, guapo, de pelo rubio ensortijado, con mentón prominente. 
- idéntico a mi padre balbuceé yo - completamente anonadado.
- Ajá- asintió secamente la abuela - . Mientras, el abuelo fue llamado a filas al frente de Aragón: luego el ruso retornó a su país, y cuando acabó la guerra yo tenía dos hijos: el tío Pepe, moreno y achaparrado, y tu padre rubio con los ojos azules. 
- Después de perdida la guerra, el abuelo, para evitar represalias, volvió con la identidad robada a un falangista al que mató en el frente, y acto seguido nos mudamos a Badajoz donde no teníamos conocidos. Se alisto en la Guardia Civil, ascendió a Capitán y se ganó muy bien la vida, pero siempre sospechó de tu padre, por eso nunca lo quiso, y por eso...- aquí mi abuela tuvo que hacer un esfuerzo para continuar - por eso, por venganza, me maltrataba física y psicológicamente durante muchos años... pero yo siempre he sido una mujer de mucho carácter y nunca me di por vencida, aún a sabiendas de que denunciar a un Capitán de la Guardia Civil durante la dictadura franquista era papel mojado o aún peor porque podría volverse contra mí por haber tenido un hijo fuera del matrimonio. Mi venganza fue querer a mis dos hijos con locura, criarlos sanos y fuertes y darles una educación para que llegaran a ser grandes hombres. Mi venganza fue estudiar durante muchos años a escondidas del abuelo para poder sacarme una carrera universitaria sin su conocimiento. Y como la venganza es un plato que se sirve frío, esperé a que se muriera para que se fuera al infierno con la certidumbre de que tu padre no fue hijo suyo, sino producto de un amor muy intenso que nunca sentí con él.

Tuesday, November 01, 2016

                                                   
                                                           LA CHISPA

    - ¡Echa pallá, me cago en dió¡ - dijo a la par que, dándole un manotazo, la apartó violentamente de su lado.
    - ¡Vení pacá, cabrone! - gritaba el Zurdo acercando mucho la cara al agujero de la pared.
    - Cogerme si tenei guevo! - insistía, con la cara cuarteada con arrugas, escupiendo espumarajos con los ojos saltones, como si se le fueran a salir de las órbitas.
    -Pác-coooooo! - silbaba la bala del Mauser de la Guardia Civil, a medida que iban tomando posiciones rodeando la casa.
    -Me cago en tó vuestro muertoooo! - se desgañitaba El Zurdo contra La Benemérita, mientras sacaba la escopeta de caza de cartuchos por el agujero y disparaba al bulto.
    La Sole le recargaba la escopeta, agazapada en un rincón, vestida de luto, con pañuelo a cuadros atado a la cabeza.
    - Mátalo, Paco, mátalo a ezo marnacío! - y Paco, El Zurdo, se ponía a ello con ahínco, como diez siglos antes se pusieron sus antepasados contra los Omeyas.
   Los disparos, en el caserón de las afueras del pueblo, sonaban esporádicos, para perderse su eco para siempre en el infinito de la noche brumosa, fría como un cuchillo; el vaho salía de las bocas como si fumaran un habano, y el resto del pueblo entero esperaba agazapado en sus casas tiritando de miedo, como conejos en sus madrigueras escuchando cada vez más próxima la campanita del hurón.
    Si el pueblo quisiera, ganarían esta partida, y la siguiente, y la siguiente, y así hasta la última para salir de su miseria económica, sí, pero sobre todo espiritual; una miseria del alma que los convertía en corderitos ante la autoridad y en lobos ante sus semejantes, para que el orden social establecido no se desmorone nunca.
    Pero no, el pueblo no quiere, o no sabe que quiere, y mientras a una familia de paisanos los acribillan como a cucarachas, el pueblo tiembla escondido en sus madrigueras, las marujas de rodillas con los codos en las camas rezando a la virgen, los manolos echando el cerrojo a la puerta por dentro, y por fuera, ¡ ya puede arder Troya!. El cementerio está lleno de valientes, reza el dicho popular, y no va a ser a mí a quién pillen por ahí fuera esta noche, piensan todos los del pueblo mientras esperan a que pase la tormenta, que más tarde o más temprano pasará.
    -Zurdoooooo! - grita el sargento - zar de ahí me cago en dió. No te vamo a hacé ná, no empeore la coza. Ya hemo aniquilao a tu hermano Pepito y a tu hijo Manué. No tenei escapatoria, así que entregate con la mano en arto.
    El sargento mientras habla, gesticula, ordena manualmente a sus hombres que adelanten posiciones, que se aprovechen del momentáneo alto el fuego para ganar ventaja: enciende una tea con un mechero de yesca grande y una vez encendida, le da fuego a los hombres de su cuadrilla. Se distribuyen los hombres alrededor de la casa y antes de que uno encuentre resguardo tras un carro de leña, recibe un cartuchazo en la pierna que lo deja malherido, sangrando abundantemente y quejándose como un gorrino antes de ser capado.
    - ¡ Éze no juega má ar furbo! - le comenta sarcástico El Zurdo a su mujer, La Sole, que lo mira arrobado mientras recarga la escopeta.
    - Zurdoooooo! , la has cagao. Pa qué coño le mete un tiro al cabo nuevo, si e un chavá que acaba de llegá de Madrí que no tiene curpa de ná!
    - Po que no se hubiera metío donde no le llaman - respondía El Zurdo mientras el cabo gemía desangrándose irremediablemente hasta la muerte.
    Los cartuchos iban escaseando de la parte del Zurdo y el sargento, perro viejo, esperaba fumando tabaco picado y café de achicoria recién calentado.
- Mi zargento, hay que achuchá que viene la prensa de caminito- informaba diligente el cabo primero Ramírez.
- Me caguendió, esto zeñorito de Madrí lo estropean tó - para el sargento todo lo que estaba al norte de Despeñaperros era Madrid, tanto da si venían de Alicante como de Valladolid, porque hablaban fino como los de Madrid. Dio órdenes precisas a su comando de asalto, recordando los tiempos de las guerras contra el moro, y una vez cerciorado de que El Zurdo agotó su munición, lanzaron las teas encendidas sobre el tejado de paja de la guarida del Zurdo y la Sole.
    Se echó para atrás el sargento, apoyando la cabeza  y la espalda sobre el muro en que se resguardaba y empezó a contar:
- Uno, do, tre, ... verá como ante de veinte están fuera con la mano en arto - sonreía satisfecho, sabedor de que los hechos le daría la razón.
    Al número dieciocho ya salían El Zurdo y La Sole con los brazos en alto y la cabeza enhiesta pidiendo una tregua, y el sargento y sus agentes apuntaban directo al estómago, que duele más.
- ¡Fuegooooo! - gritó ronco el sargento, y acto seguido se produjo un estruendo al unísono de todos los mauseres.
- Ha zío inevitable, sabe usté -  se podía escuchar al sargento explicándose engolado rodeado de periodistas.

Saturday, August 27, 2016


                                                      EL DIA MAS LARGO


    Pedaleaba rambla arriba fatigosamente bajo el calor abrasador del verano en la ciudad; el asfalto, el humo de los vehículos, la hora del día, todo se aunaba para aumentar su temperatura corporal. Arqueaba la espalda para darle impulso a la bici mientras el sudor empezaba a gotearle frente abajo; la espalda, hacía ya rato que la tenía encharcada bajo la fibra sintética de la mochila barata.
    Mario llevaba escasamente un mes en la ciudad; casi que apenas conocía de ella el itinerario del trabajo a casa y viceversa. Hacía un mes y medio estaba tan tranquilo en el pueblo cuando recibió la primera llamada de teléfono para realizar la entrevista de trabajo que actualmente desarrollaba. 
    Siguió pedaleando con ahínco algo lastrado por sus kilos de más dejando atrás la guardería; se sentía irritado por no haberse sabido explicar convincentemente con su jefa. Discutía consigo mismo con la imagen mental de su jefa en su cerebro, repitiendo una y otra vez lo que le había dicho y maldiciéndose por no haberle dicho lo que ahora se le ocurría: "Esta pava tiene prejuicios contra los del sur y yo no he hecho más que reafirmárselos" se lamentaba.
    Llegó a casa por fin, dejó la bici en la habitación de invitados, ahora vacía, y apresuradamente se despojó de la ropa de trabajo empapada en sudor. Se quedó en calzoncillos andando por la casa mientras bebía agua fresca de la nevera, se cepillaba los dientes con su nuevo cepillo eléctrico y se preparaba para acomodarse en una hamaca de la piscina del barrio con dos libros: uno en español y otro en inglés.
    Recién acomodado en la hamaca, dispuesto a pasar una tarde de lectura agradable, había algo en algún rico de su cerebro que le inquietaba: se engañaba a sí mismo convenciéndose de que era la pobre impresión que había causado a su jefa, cuando al observar a unos niños pequeños jugar riendo en la piscina, un relámpago cruzó su cerebro golpeándole directamente el corazón: ¡Lucía!.
    Llegó a la guardería de su hija, la misma que había pasado de largo hacía un rato, con el corazón saltándole dislocado en la garganta; los quince minutos que habían transcurrido desde la hamaca en la piscina hasta la guardería habían sido los más largos y dolorosos de su vida, y Mario empezaba a presagiar que el resto de los días que le quedaban por vivir podían ser un auténtico infierno.
    El corazón se le cayó de la garganta a los pies al ver la persiana metálica verde de la guardería echada hasta abajo, cerrado a cal y canto; miró la hora, las 18:17 horas. La guardería cerraba todos los días, como muy tarde, a las 18:00 horas, y muchos días, antes, cuando ya no quedaban niños.
    Dio dos o tres pasos atrás para cerciorarse de la evidencia mientras se preguntaba qué podía hacer; 
sacó con manos temblorosas el móvil y por culpa de los nervios tardó varios minutos en encontrar el teléfono de la guardería: llamó y llamó hasta que se percató de que estaba llamando a una guardería cerrada, donde no había nadie y de la que él mismo podía escuchar el tono de llamada del teléfono.
    Se puso a dar paseos cortos arriba y abajo mesándose con rabia el cabello, sin alejarse demasiado de la persiana verde, como si fuera un imán que le impidiera alejarse. De pronto vio a la señora de la limpieza del bloque de al lado, y le preguntó si había visto a una niña rubia con trenzas, de dos años y medio, salir con alguien: ésta le contestó que no se había fijado, que había muchas niñas en la guardería como para recordarlo. Le aconsejó que avisara a la policía inmediatamente, las primeras horas son cruciales en caso de niños perdidos.
    ¡Perdida! su niña, tan pequeña, tan indefensa, ¿con quién podía estar?. Ya completamente ido, absorto, Mario montó en su bici sin cuidarse en absoluto del tráfico, y se pudo a pedalear a casa; zigzagueaba por todo el ancho de la calle, sordo a los pitidos furiosos del resto de conductores. Miraba ansioso a ambos lados de la calle con la esperanza de divisar a su niña, con los ojos encharcados en lágrimas, maldeciéndose y golpeándose con el puño en la cabeza.
    ¿Por qué ?¿Por qué su niña?¿Por qué no otra? se repetía como un martillo pilón egoístamente. 
    Llamaría a la poli nada más llegar a casa y admitiría su culpa: ¿cómo podía ser tan mal padre?¿cómo se le podía olvidar su propia hija?. Nunca más volvería a verla, pobrecita, se lamentaba, odiándose por haberse preocupado por una minucia con su jefa. 
    Ya subía por el ascensor llorando a lágrima viva, hecho un ecce homo, a duras penas acertaba con la llave cuando le sorprendió: 
 -" papiiiii!." 
-  ¿Qué pasa? - le preguntó la madre serenamente -. Qué mala cara tienes hoy. Lucía y yo venimos del parque, hoy la recogía yo de la guarde, ¿recuerdas?.
    


Sunday, June 12, 2016




15 JUNIO 2016

    Uno, que es español a carta cabal, se horroriza por igual de las izquierdas y de las derechas, algo así a modo de un Chaves Nogales de hogaño: no me representan en absoluto los fachas de Madrid (por poner un ejemplo) con la bandera rojigualda con el aguilucho estampado así como me espantan los nacionalistas de toda ralea que, por ejemplo, invitan al despreciable Otegui al parlamento catalán.
    Gracias a desperdicios humanos como Otegui, la barbarie etarra fue capaz de matar, asesinar y secuestrar durante muchos años a seres humanos con hijos, mujeres, padres, etc.
    Nada más natural que los antiespañoles, la CUP y Convergencia y Podemos también, le abran las puertas del parlamento catalán; el único programa de estos partidos es la ruptura con España, amén de vaguedades, promesas imposibles de cumplir del tipo independencia.
    ¿Quién se responsabilizará de la frustración de los ilusos, engañados por estos trileros, una vez que el humo se disipe? Tardá, Rufián, Puigdemont, etc. Seguro que no.
    Se va percibiendo ya, como una tormenta que se acerca, cierta violencia antiespañola, que es la vía de escape de los frustrados ante la carencia de resultados tangibles independentistas; todo se queda en palabras, discursos grandilocuentes, promesas de sueños irrealizables que mantienen al populacho embobado por falta de sentido crítico, de tener los dos pies bien plantados en el suelo y caminar lento, seguro, pisando fuerte.
    Así, a mi entender, es como se hace la política: a la manera inglesa. Con un pragmatismo insobornable, con planes claros, determinados, consensuados, y, sobretodo, poco a poco.
    No con castillos en el aire, con ilusiones de independencia, con hojas de ruta en 18 meses mientras el pueblo en la calle no lo pide; son los que mi admirado Jesús Pabón llamaría maximalistas porque siempre quieren más y más. Nunca han deseado ni desean el acuerdo, sino la ruptura.
    Son los idealistas, los que tienen la cabeza en las nubes y caminan con los pies embarrados por el fango. Promesas irrealizables por quiméricas, imposibles, que embelesan a muchos ilusos, ignorantes cuyo punto de impulso es el agravio.
    Y éramos pocos y parió la abuela: Podemos se apunta al referéndum. Pobres idiotas, ilusos. La Historia con mayúsculas los juzgará. Ignoran muchas cosas, entre ellas la perspectiva histórica.
    Ignoran que su referéndum es de todo punto imposible, que nunca se podría celebrar. Si se celebrara, será el comienzo de los problemas de verdad, serios, no el final como ellos se imaginan.
   

    

Sunday, April 10, 2016



                                                       LOS REFUGIADOS

    Estoy harto de los que aman a la humanidad pero odian al prójimo: España está lleno.
    Muchos se llenan la boca con acoger en España a los refugiados sirios, iraquíes, afganos, etc … que se hacinan en Grecia, Macedonia, Hungría, etc. No son más que golpes de pecho a lo gorila para proclamar al viento lo buenos que son ellos y el resto no.
    Pensaba en este asunto esta semana mientras volvía del trabajo y veía a ambos lados de la rambla a decenas y decenas de “refugiados” rumanos recogiendo chatarra, a africanos, y hasta españoles mendigando una limosna en la puerta de cada supermercado, panadería, cajero automático,etc.
    Nadie se acuerda de ellos; nadie organiza manifestaciones a su favor, recauda dinero, les da cobijo, mantas. Más bien al contrario, son vistos con cierto desprecio, echados de malas maneras si osan entrar dentro de cualquier establecimiento comercial. ¿ no se merecen una vida digna al igual que los refugiados de las diversas guerras que asuelan Siria, Irak, Afganistán, etc…? ¿cuál es su problema? ¿apoyarlos no da caché ni reputación?.
    No veo a la sectaria alcaldesa de Barcelona apoyándolos en absoluto; y están aquí entre nosotros, no a miles de kilómetros.
    No seré yo quien diga que a los refugiados árabes hay que olvidarlos, que tienen lo que se merecen, etc. En absoluto; pero pienso que si el ánimo de ayudar al necesitado es verdadero, intrínseco a uno mismo, no se requieren hacer aspavientos solidarios por los refugiados árabes para que cuantos más se enteren de lo solidario que soy mejor.
    Uno, que gana lo justo para vivir, da un día sí y otro también un eurito a una pedigüeña subsahariana que se sienta disciplinadamente en la puerta de la Caixa más cercana a casa. No es mucho ya lo sé; no voy a presumir de solidario, pero algo es algo, y si otros muchos hicieran lo mismo, los mendigos no lo pasarían tan mal.
    Además, ¿cuál es el argumento de los pro acogida de refugiados en España? ¿ qué vamos a hacer con miles de refugiados en un país que tiene 25% de paro? Que más quisiera yo que este triste país pudiera absorber a miles, millones de ellos, darles un trabajo en integrarlos en nuestro país para que contribuyeran a su riqueza como pasa con Alemania o USA.
    Pero eso en España es imposible, por no mencionar que dichos refugiados NO quieren venir a Europa ni a vivir, ni a trabajar: por lo menos en su inmensa mayoría. Ellos se quieren quedar en sus países viviendo en paz: hay cierta falsa superioridad moral en aquellos que abogan por traerlos a la próspera Europa obviando los múltiples y graves problemas que acucian a los países europeos, especialmente a España, con cientos de miles de emigrantes repartidos por el mundo.
    Por otra parte, los refugiados llegan a Grecia mediante pago de miles de euros a mafias turcas organizadas de transporte en barcazas: si aceptáramos la entrada masiva de dichos seres humanos estaríamos fomentando dicho transporte ilegal, enriqueciendo enormemente a unas personas despreciables y arriesgando la vida de los refugiados durante la travesía.
    Así que menos golpes de pecho a lo Tarzán, nadie te obliga a ayudar al prójimo
( aunque si lo haces está muy bien) y mucho menos al que está a miles de kilómetros; no es culpa tuya que esté ocurriendo esa desgracia en dicha zona del mundo, pero que sepas que dicha actitud de querer traerlos sólo agravará el problema, a poco que lo analices.
    ¿ O es que este problema está también politizado como tantos otros? ¿ se trata de secundar a Podemos y de paso maltratar al PP? Seguro que algo de eso hay en un país sectario como este donde es imposible analizar los hechos y actuar consecuentemente. Ya pasó con los inmigrantes que asaltaban la verja de Ceuta, con el único! caso de Ébola en España…que lamentable fue aquello, ahora que el tiempo da cierta perspectiva.
    En realidad a muchos que desde lo alto de la peña pregonan su “humanidad”, les importa un pimiento la vida humana: les mueve más azuzar el odio hacia el contrario para derrocarlo y arrastrarlo por el barro usando como excusa el asunto de los refugiados.

    A estos adoradores de la “humanidad” se les ve el plumero en el tema del aborto: casi todos son proaborteros a mansalva, a tutiplén, sin cortapisas; pero eso sí, ojo, que son ecologistas, menos mal!.