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Tuesday, September 14, 2010

ZUMALACÁRREGUI (y II)


Estamos ya en el año 35, el año que la palmó Tomás y cuando obtuvo sus victorias más decisivas expulsando de toda La Vascongada, con Navarra incluida, a los isabelinos, a excepción de las capitales, que como ya hemos dicho siempre estuvieron en manos isabelinas.
Y en Junio llegó el momento clave: el patético y potencial rey Don Carlos, seguro de pertenecer a una estirpe divina, sintiéndose y comportándose como un semidiós, rodeado y adulado por una corte de pelotas ineptos, necesitaba dinero urgentemente y acudió a todas las casas de empréstitos europeas; todas le cerraron las puertas en las narices menos una holandesa, que le ponía la condición sine qua non (toma latinajo) de que tomara una ciudad importante y con ella todas sus riquezas. Con esta condición en el caletre, Don Carlos puso sus miras en Bilbao para presentarla como aval ante los banqueros tulipanes. Acto seguido,le ordena a Zuma que sitie y se apodere de la ciudad ipso facto ( hoy ando fino en latines) justo en el momento que éste había dirigido el punto de mira hacia Miranda de Ebro, Burgos, Segovia y...Madrid. Zuma pensaba que era el momento oportuno para tomar Castilla y dejar la carnicería vasca que a nada bueno conducía.
Pero no pudo ser: el genio militar y estratégico del tío Tomás se vio cercenado por la estrechez de miras de la corte carlista, que lo obligó a sitiar Bilbao en Junio del 35 con cuatro cañones mal contados. Aún así, Tomás, tras derrotar a Espartero en el puerto de la Descarga, sitió Bilbao y cuando se asomó a un balcón de la casa donde moraba para observar las operaciones militares, una bala perdida le barrenó justo por debajo de la rodilla. No parecía nada grave, pero Zuma exigió ir a Cegama a que le viese el curandero local, Petriquillo, en lugar de ser auscultado por los galenos militares en los que no confiaba un ápice. Llevado en una camilla por su guardia de corps, tardó ocho días en arribar a Cegama, y cuando lo hizo, fue empeorando hasta encontrar la muerte, bien por gangrena, bien por envenamiento o bien por expreso deseo de Zuma, que es sabido que antes de caer herido prefería morir por haber sido obligado a tomar Bilbao y no dirigirse a Castilla.
El duelo, la desazón fueron absolutas en todas las vascongadas, y el pobre Zuma fue enterrado en esmoquín prestado porque sólo tenía la ropa puesta.
Luego la guerra civil continuaría: Bilbao nunca se tomaría, Don Carlos puso sus miras en Aragón y Cataluña y todo terminaría como al principio durante el famoso Abrazo de Vergara. Todo como al principio menos los muertos claro, porque cientos de miles de infelices dejaron sus vidas en pos de un ideal que ellos pensaban el verdadero.
La duda que me asalta constantemente es qué energía, qué fuerza militar malgastada entre hermanos. Porque España, por esa época recién había perdido todas sus colonias americanas menos Cuba y Puerto Rico, las Filipinas todavía estaba ahí entre revuelta y revuelta, las posesiones africanas se mantenían y, fuera aparte de todo eso, había que regir un país y pelear contra las potencias europeas para mantenerse en la pomada. Imagínense toda esa fuerza militar desplegada a la manera inglesa o francesa, o sea, todos a una contra un enemigo exterior, y calculen cuánto habría ganado España si Zumalacárregui, Espartero, o veinte años antes El Empecinado y el Cura Jaúregui hubieran luchado mano a mano contra un enemigo común externo. Puedo adelantar, sin miedo a equivocarme, que las colonias americanas no se hubieran perdido, que Filipinas no estaría tan revuelta y que el papel español en el mundo sería mucho más importante que el de simple comparsa. Que el reparto de África y Asia no se habría hecho sin la presencia española y que la dignidad y el orgullo estarían incólumes.

Sunday, September 12, 2010

ZUMALACÁRREGUI (I)


Estoy flipando con el nota este; nunca hubiera imaginado lo grande que llegó a ser en su disciplina, que fue el arte de hacer la guerra. Estando España inmersa en las guerras civiles que se dio a llamar Guerras Carlistas, descolló este genio por encima de todos dentro de un nivel que ya era de por sí sobresaliente; ahí están los nombre de Espartero y Fernández de Córdoba por el lado cristino y el arriba mencionado y Eraso por el lado carlista.
El caso es que tras la muerte del peor rey de la Historia española (que ya es hilar fino), el dañino Fernando VII, se derogó la ley sálica para que pudiera reinar su hija Isabel, que a la postre sería II, de la que hablamos en el anterior artículo. Estamos en 1833 y como Isabel tenía 3 añitos, asumió la regencia su madre, María Cristina.
El lío vino cuando el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, que era el heredero de la corona hasta que se promulgó la Pragmática Sanción derogando la Ley Sálica y abriendo así de paso la puerta de palacio a una mujer, Isabel II y cerrándosela a Carlos. Éste, ferviente católico, heredero del absolutismo más reaccionario, firme creyente de que la monarquía venía designada por las leyes divinas, se enfadó, y montó una algarada que comenzó en La Rioja en sptbre del 33 al autoproclamarse Carlos V. Y a partir de ahí empezó una hemorragia de sangre española por no hacer las cosas por derecho, tanto un bando como el otro.La primera Guerra Carlista (hubo tres a lo largo del siglo) que duró seis años y que segó la vida de cientos de miles de hermanos empecinados y empozoñados en la incultura y su mejor aliado, el fanatismo, que los empujaba a masacrarse tan cruelmente como sólo saben hacerlo los hermanos entre sí.
Y a partir de aquí, junto con la barbarie, empieza la leyenda, la gloria militar de uno de los mayores genios que haya dado la roída piel de toro: Don Tomás de Zumalacárregui, el Tío Tomás, el Tigre de Amézcoa, un vasco de Ormaiztegui, nacido en 1788 y héroe de la guerra de liberación contra el francés, donde con veintipocos años se echó al monte con la partida de "El Pastor" y se hartó de matar franchutes. Todos esos años de guerra le valdrían muchísimo 20 años después para comandar las tropas carlistas, porque Zuma siempre fue un católico ferviente, absolutista de lo más reaccionario y fiel seguidor de Carlos V.
En el 33, al comienzo de la guerra, le dieron el mando de las dispersas, escasas y desorganizadas tropas carlistas que cuajaron únicamente en Las Vascongadas y Navarra. Y en pocos meses, el Tío Tomás, a pesar de la falta de logística, municiones y en definitiva, money del bando carlista, formó un formidable ejército de más de 30.000 tíos que se apoderó pueblo a pueblo de todo el territorio vascongado a excepción de las capitales, que siempre permanecieron en manos isabelinas. Zuma aprovechó ahora la experiencia de la guerra contra el francés y usando las partidas guerrilleras que junto a su pericia estratégica y el vasto conocimiento del terreno le ayudaron a cosechar victoria sobre victoria ante el clamor popular de los pueblos por los que pasaba. Porque el populacho vasco le apoyaba fielmente como al mesías, dándole comida, alojamiento e información valiosísima de primera mano del enemigo. No hay que pasar por alto que DonTomás fue un personaje cruelísimo que no dudaba en fusilar a todo enemigo apresado; famoso fue el hecho de Heredia donde mandó fusilar a 118 !!! soldados isabelinos que se habían rendido. Pero claro, eran los tiempos y un país donde no se conocía (no se conoce) la humanidad o la guerra humanitaria (toma oxímoron) y donde el canje de prisioneros era considerado como un esnobismo más propio de señoritas jugando al tresillo.
Entra ya el año 34 y Don Tomás prosigue su escalada imparable de victorias haciendo acopio de municiones, fusiles y cañones arrebatados al enemigo; porque no olvidemos que los carlistas, con Zuma a la cabeza, no tenían dinero ni para pipas, así que su falta de sobretodo cañones era tan alarmante que recolectaron todas las perolas de la región y la colaron en una acerería para fabricar un cañón con el que por lo menos hacer pupita a las murallas de las ciudades que sitiaban.
Pero claro, tenían la ayuda de la inmensa mayoría de los vascos y navarros, que les acogían como a auténticos héroes y de paso ostigaban a los isabelinos o cristinos que venían de la meseta a luchar y probablemente a morir peor que perros.
Mañana seguiré queridos lectores con este apasionante relato, tened paciencia y no morderse las uñas que lo bueno viene en tarros pequeños. Nos queda el desenlace de esta historia y la muerte de nuestro héroe en extrañas circunstancias.

Sunday, September 05, 2010

LA GLORIOSA


pronunciamiento : "Alzamiento militar contra el Gobierno, promovido por un jefe del Ejército u otro caudillo".
En 1868, hubo en España una revolución que entre otras cosas, consiguió derrocar a los Borbones y pudo empezar un tímido proceso pseudodemocrático que, sin embargo, no duraría mucho.
Hubo, asimismo, varios actores principales en esta obra tragicómica, desde los nefastos O'Donnell y Nárvaez hasta los mejores Serrano, Topete y, sobre todo, el gran, genial, catalán aunque español, Don Juan Prim.
El reinado de la taimada Isabel II iba de mal en peor, y cuando empezó la década de los 60, los tumultos se sucedían en muchas ciudades españolas, sobre todo Madrid y Barcelona. Una gran crisis agrícola y económica, el gasto lujurioso de la corte y sus escándalos sexuales (protagonizados por la propia reina) ayudaban a empeorar la situación; pero lo que condujo a la sentencia definitiva, sin remisión de todo el sistema gubernamental, fue la paupérrima clase política que, primero encabezada por O'Donnel y seguidamente por Nárvaez, sometieron al país a un estado lamentable de represión, censura mediática y de autoritarismo que anclaba a España a la Edad Media alejándola más y más de los grandes países europeos.
Prim, el héroe de Los Castillejos, en Marruecos, donde defendió Ceuta y Tetuán ante las agresiones morunas (¿os suena de algo?) y héroe también por su acertadísima salida del suicida sueño imperialista de Napoléon III de colocar a Maximiliano de Austria como rey de México (tal y como suena, no es que me haya tomado una seta alucinógena), Prim decía, popularísimo, famosísimo como nadie en su época, protagonizó varios pronunciamientos desde mediados de la década, aunque todos fueron infructuosos. Y si bien no tuvieron éxito, poca culpa le cabía a Don Juan,que se vio abandonado a su suerte ante la desidia de la tropa. Intentos como el de Valencia, donde llegó disfrazado de pescador o el de el Cuartel de San Gil, donde cientos de sargentos de ese cuartel de Madrid se levantaron en armas para acabar días más tarde fusilados cruelmente como perros. Fue en este pronunciamiento, cuando Prim estuvo en un tris de perder la vida al tener que escapar de Madrid con todo el ejército realista a sus talones, comandado por un personaje de gratísimo recuerdo para mi pueblo, San Pedro de Alcántara, ya que fue su fundador, Manuel Gutiérrez de la Concha. Prim burló hábilmente a Don Manuel para escabullirse en Portugal y de ahí a París, donde tenía su cuartel general a salvo de la represión isabelina.
La dura represión de O'Donnell contra los sargentos de San Gil, que mandó que los fusilaran, su posterior apartamiento de la jefatura en favor de Narváez que, ni corto ni perezoso, blandió la espada de la represión más absoluta, hicieron que el pueblo español cayera rendido sin condiciones en los brazos de Prim. Éste, desde su exilio, fue madurando el golpe definitivo. Y éste llegaría en Septiembre de 1868 y cómo no, desde Cádiz, siempre Cádiz.
Salió Prim en un vapor desde Londres hasta Gibraltar disfrazado de mayordomo de unos señores, y desde el peñón, embarcó en una lancha hasta la misma ciudad gaditana donde le esperaba Topete, almirante de la marina y partidario de la causa. Llegó también el general Serrano y el 18 de Sptbre entraron en Cádiz con el ejército como apoyo y lo que es más importante, la gente toda, unánimemente, de su parte. Es de resaltar que cualquier revolución no llega a buen puerto sin el apoyo unánime del pueblo; por eso, fallaron los primeros intentos y fructificó el último, cuando el apoyo popular era tan grande como entusiasta.
La revolución se propagó como la pólvora por toda España: Sevilla, Córdoba, el levante, Barcelona, se unieron a la causa y sólo faltaba la guinda, Madrid. El general Serrano, con un cuerpo de ejército, se dirige a Madrid del que había salido días antes el Marqués de Novaliches hacia el sur para detener la insurrección. Los dos ejércitos hermanos se encuentran en Alcolea, cerca de la capital cordobesa, y cuando todos pensaban que los realistas se unirían a la causa revolucionaria por el bien de España, fueron impelidos por su general a luchar contra sus propios hermanos. Una carnicería se produjo cerca del Guadalquivir ese día, en el que más de 2000 españoles murieron cuando podían haberse abrazados. El caso es que ganó Serrano e Isabell II,que estaba con su amante en San Sebastián, tuvo que coger el primer tren hacia París so pena de poner en riesgo su vida. Toda su familia se largó con ella, entre ellos su hijo y futuro rey de España Alfonso XII.
Así acabó momentáneamente la rama borbónica en España para dar paso a un gobierno de coalición y a la búsqueda desesperada de un rey que se materializaría en la figura de Amadeo de Saboya (sin premio) y, cómo no, el asesinato a sangre fría de uno de los mejores hombres que haya tenido nunca este desdichado país. Y es que, como dijo Ángel González, la Historia de España es como la morcilla, porque las dos están hechas con sangre y las dos se repiten.