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Saturday, February 13, 2010

MI PEQUEÑO GRANITO DE ARENA


Ha caído en mis manos un delicioso librito escrito en 1850 por Don Manuel Marliani titulado "Combate de Trafalgar, Vindicación de la Armada Española contra las aserciones injuriosas vertidas por Mr Thiers en su Historia del Consulado y del Imperio", nada más y nada menos.
El libro, como bien indica el título, pretende rescatar del olvido a aquellos héroes de la aciaga jornada del 21/10/1805 en que nuestra flota, y por tanto, las colonias, se fueron al garete.
Y lo hace en respuesta a un panfleto chovinista escrito por el tal Thiers que pone en solfa a nuestra armada tratando de salvar el culo de sus compatriotas a cuenta del desastre de Trafalgar. Nada más lejos de la realidad. Porque si bien estamos de acuerdo en que aquella batalla fue un auténtico desastre para España y Francia, es también muy cierto que nuestros marinos se comportaron valerosamente y dejaron el orgullo español impoluto. Flaco consuelo, ya lo sé, pero los franchutes no creo que puedan decir lo mismo, ni en esa batalla ni en muchas otras.
El libro empieza con una larga introducción desde la famosa jornada de Lepanto, en 1571, donde la armada española, cabeza visible de una alianza europea, se arrimó a las costa griegas a luchar contra ese nido de piratas y fanatismo que era el imperio turco. Allí, al mando de los excepcionales Don Juan de Austria y Don Álvaro de Bazán, el turco se fue con el rabo entre las piernas y el pabellón español ondeaba orgulloso por todo el Mediterráneo.
Fueron pasando los siglos con más o menos fortuna hasta que se llega a la jornada de Trafalgar en 1805, donde los españoles, víctimas de unas alianzas suicidas primero con los ingleses para derrocar a Napoléon y después con éste para destruir a los british, éramos una marioneta en manos de estas potencias que nos azuzaban para que nos partieran la cara y así salvar ellos la suya. A tontos no hay quien nos gane vaya.
Napoleón sería muy listo, pero la cagó cuando puso al frente de la armada aliada al más inútil marino que vieron los siglos, Villeneuve, que seis años antes había sido zurrado por los british en Abukir (Egipto) por alejar a los barcos de puerto y que adolecía de muchos defectos, uno de los cuales era su indecisión producto sin duda de la jindama que le tenía a los británicos.
El general español Gravina quiso imitar a D, Álvaro de Bazán en Lepanto haciendo de apagafuegos con una flotilla rápida y escurridiza para apoyar a los barcos en apuros pero el francesito se lo denegó. Todo por obedecer a un emperador que tenía comiendo de su mano a una de las peores castas de gobernantes que haya dado España (que ya es decir): Carlos IV, Godoy y Fernando VII. Tras el resurgimiento del XVIII debido sobre todo al gran Carlos III, esta tropa de imbéciles nos llevó a lo que ya todos sabemos en Trafalgar.
Tras la guerra de la Independencia, la armada estaba en una situación tan ridícula, que no había ni un solo barquito para defendernos contra nadie. Desde 1840 se hizo algún esfuerzo por enderezar el camino y empezar a construir algunos barcos, ya metálicos y de vapor tras los inventos recientes. Un dato es esclarecedor de la incuria y dejadez española: desde 1790 hasta 1850, 48 navíos de línea (los grandes del todo) y 35 fragatas (no tan grandes pero aún así de buen tamaño) se habían perdido por falta de carena, o sea, inservibles por falta de mantenimiento!!! No porque el enemigo las hundiera o porque las apresara, sino porque la pasividad española las había convertido en chatarra, en meros ataúdes flotantes. Por lo visto, en los puertos no había ni pintura para dar una manita a los barcos. Una pena tratándose de un país como España, que desde los fenicios siempre fue marinero y donde la marina siempre ha representado un papel primordial.
Esta escasez de barcos hace que por ejemplo en 1850 se decidiera en las cancillerías europeas sobre el reparto del lejano oriente y España no estuviera ni siquiera para llevar el café y sí estaban países sin armada como Austria y Prusia; o que en las antiguas colonias argentinas y uruguayas se necesitara ayuda de potencias extranjeras y allá que van los ingleses y los franceses y nosotros nos quedáramos en casa haciendo calceta, y eso que eran antiguas colonias españolas.
El caso es que el sr. Marliani se dispuso a escribir un libro para defender justamente el orgullo español contra las acusaciones del francesito de marras y el Ministro de Marina español de entonces, el Marqués de Molins le felicitó personalmente además de ofrecerle dinero para la publicación de la obra tanto en francés como en español. A lo que responde Marliani prometiendo que todos los beneficios que la obra genere vayan a parar a los veteranos de Trafalgar ( si quedaba alguno, porque hacía 45 años entre la batalla y el libro) o en su defecto a las viudas, hijos, y si sobraba dinero, a los marinos actuales en justa recompensa por los sufrimientos que pasan y el poco reconocimiento que reciben.
Ignoro si el libro recaudó mucho dinero, pero vaya mi admiración para el sr Marliani no por defender los intereses de España, sino por defender una causa justa, que fue la valentía de aquellos hombres que dieron la cara aunque se perdiera por goleada y además por pararle los pies a ese franchute que quiso mancillar el honor de aquellos marinos y por tanto de España.
Posdata: para el que le interese, el libro se puede descargar gratis en pdf desde Google Books.

2 comments:

Uno Más. said...

Jamás debieron salir de Cádiz.Y reconociendo la honorabilidad y valentía de los oficiales españoles,se echó de menos algo también de picaresca...

Ya sabían que Rosily venía de camino a relevar a Villeneuve. Podrían haber conspirado para retrasar la salida, al menos un par de días, cualquier escusa, para evitar el desastre que ellos ya sabían se produciría.Y no se equivocaron.

Me llama poderosamente la atención esos valores de Honor suicida de aquellos marinos.Lejos de ser locos eran eminencias,científicos reputados a nivel mundial como Alcalá Galiano o Churruca. Eran la crema intelectual y científica española.Pero no perdieron por otra parte ese puntito Quijotesco también tan español,y que les llevó al desastre no sólo a ellos, sino también a todos los desgraciados embarcados en aquellas levas forzosas y a toda la nación entera.

Visto así creo que todos estos Sres.heroes de Trafalgar,tienen su parte de responsabilidad en el desastre.¿Cómo lo ves?

Navío Uno Más á el ancla,Punta de El Carnero.

danicurri said...

sí claro que tienen su cuota de responsabilidad, pero creo que la Historia los ha absuelto y ha condenado a los verdaderos causantes de aquella época suicida: Godoy y Carlos IV y sus desquiciados pactos con Napoleón que arrastraron a España a una miseria moral y económica sin precedentes.