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Tuesday, December 01, 2009

Historia de una conquista


Creo haber dejado claro aquí muchas veces la desgracia de ser español, de ser hijo de esa madre ingrata y cruel que tan malas jugadas nos hace; pero, de cuando en cuando, ésa misma madre nos regala momentos maravillosos que te hacen sentirte orgulloso de ella.
Me acabo de zampar "La conquista de La Florida" por el Inca Garcilaso de la Vega (no confundir con el otro Garcilaso, el que nos ocupa hoy era, como su nombre indica, Inca, o sea, lo que hoy día es Perú). Me lo ha ido fotocopiando la parienta por entregas, gracias a que ella tiene impresora y gracias también al maravilloso Google Books, que ha puesto a disposición de la peña miles de libros que de otra manera nunca tendríamos acceso.
Pues bien, en la conquista se cuenta precisamente eso, la conquista de la Florida ( léase Flórida en inglés), ese pedacito de tierra que cuelga de USA hacia abajo apuntando hacia Cuba. Y lo primero que aprendemos es que se llamó así porque se descubrió durante la Pascua Florida, no, como yo pensaba, porque era una tierra pródiga en flores.
Pero lo más importante de todo es la manera en la que se hizo dicha conquista, siempre, y digo siempre, bajo la más exquisita cordialidad y de manera pacífica para con los indios nativos, que, o bien se mostraban totalmente sumisos o bien extremadamente belicosos. En estos casos, el Gobernador y máximo responsable, el ecuánimo y magnánimo extremeño Hernando de Soto, procuraba una y otra vez convencer a los caciques locales de que sus intenciones no eran malas, sino que venía en son de paz a conocer la tierra y las costumbres locales.
Es importante reseñar que los caciques locales no siempre se comportaban dignamente, sino que algunos eran maestros de las malas artes y de la tortura, como pudo atestiguar Juan Ortiz, que fue el único superviviente de una malograda expedición sujeta a las peores torturas inimaginables y que después se convirtió en traductor para Hernando de Soto gracias a que logró aprender la lengua local.
La única batalla que cuenta el libro es irremediable ante los continuos rechazos y traiciones de un cacique local llamado Vitacucho, el cual es pillado "in fraganti" en el último momento de llevar a cabo un macabro plan para exterminar a los españoles.
El libro acaba ahí, con un lenguaje arcaico, (lógico porque está narrado en el S.XVI) pero enriquecedor por su cercanía al latín y su pureza incontaminada de chorradas televisivas y periodísticas.
Pero la lección está ahí, por más que les pese a los tontos del haba de la mala conciencia, de la leyenda negra que por cierto sólo nos la tragamos los españoles y a muchos nacionalistas de salón y subvención que se ganan la vida propagando embustes contra los crueles españoles; un grupo de soldados comandados por un gran general, arribaron, exploraron y siempre tendieron la mano y respetaron como igual al indio que tenían delante. A ver cuántos países pueden decir lo mismo tras la propaganda oficial de caballerosidad y agnosticismo.

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