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Thursday, April 29, 2010

MI TESOOOOORO


Hay muchos Gollum infiltrados entre nosotros que adoran objetos materiales tanto como aquél el anillo. Son gente cuya verdadera religión es la posesión de objetos, cuyo Dios es el dinero y cuya obsesión es mantenerlo a toda costa, cueste lo que cueste.
Un vecino de muá, barrendero del ayuntamiento para más señas, posee un Audi A4 (es sintomático de un país que un barrendero se embolse 2000 leuros al mes mientras un licenciado con idiomas apañe 1000 si es que no está parado) en la cochera ( que palabra más bonita que está siendo desplazada por la inmigrante sin papeles garaje) al que trata como a una princesa(probablemente a su mujer e hijos los trate con la punta del pie, pero eso es otra historia). Lo limpia diariamente, lo pule, hasta lo acaricia y seguramente le habla cuando están a solas. Siempre veo el coche en su plaza de aparcamiento, temiendo sin duda gastarlo si lo usa. Me imagino que lo sacará los domingos , siquiera para que los vecinos se arañen el careto.
Una antigua vecina de un piso en el que yo estaba de alquiler, se negaba a usar la cocina de su piso para usar en su lugar una hornilla que tenía dispuesta en el patio; allí cocinaba la señora, más mal que bien, con tal de no desvirgar la cocina original. Ésta la tenía impecable después de 30 años de vida del piso. Recuerdo el día que me despertó un pestazo a sardinas porque la señora estaba friéndolas en el patinillo. Estaba enemistada con todo el bloque porque el resto de vecinos tendía la ropa en el ojo patio y lógicamente no les gustaba ponerse la ropa oliendo a sardina. Pero a ella le resbalaba todo lo demás: sólo le importaba, sólo le movía el no ensuciar su cocina y estaba dispuesta a todo con tal de salirse con la suya.
Por último, recuerdo a un vecino de la casa de mis padres con el síndrome de Diógenes, materializado en su caso en la letra impresa. Atesoraba miles y miles de periódicos, revistas y libros entre basura ordinaria en su casa adosada de dos plantas. Él, setentón hace ya diez o doce años, vestía con ropa propia de sus años mozos y nunca la mudaba. Cuando se montaba en el autobús, lo envolvía en su "aroma" pegadizo igualito al del camión de la basura. El ayuntamiento mandó un día un camión con volquete y tuvo que dar tres viajes llenos para desalojar de la casa la cantidad ingente de basura acumulada durante muchos años de esfuerzo por parte del señor.
Todos estos casos y más que todos conocemos (me estoy acordando de la madre de un amigo que tampoco usaba la cocina (el fregadero conservaba incluso la pegatina) y que cuando me invitó a su casa de la playa me ofrecía una lata de atún para cenar, yo que soy un tragaldabas) son cotidianos en nuestra vida. A diferencia de Gollum, que envejeció pero no murió para no desprenderse del anillo, estos Trolls sí morirán y tendrán que desprenderse de sus tesoros por los que tanto sufrieron para que sus hijos o nietos los malgasten riéndose de la avaricia y estulticia del abuelo.

2 comments:

Jarttita. said...

Jjajjaj, jajjajaa.
Pues mira, me recuerda el caso de una tía que yo conocía de adolescente, que se pasó diez años ahorrando para comprarse una mantilla. Cada vez que la veíamos le preguntábamos: qué, ¿y tu mantilla?, ¿cómo va? y ella respondía: ná, ahí tengo ya la peina, este año me visto. Oye, toda la vida ahorrando y viviendo para una mantilla, su tessooorrooooo. Al menos Goslum se quemó en el monte del destino, pero esta mujer ya me dirás qué hizo después de conseguir su mantilla, vivir de contarlo.

danicurri said...

precisamente anoche estaba aparcando el amoto y allí estaba el gachón con un cubo y un trapo limpiando sobre limpio. Ni el chófer del Rey Juanca lo tiene así de impoluto, inmaculado. Si se lo arañan, le da un paralís y se queda tieso del disgusto.
Aprevecha las horas nocturnas para estar a solas con el coche, mimarlo, acariciarlo, apuesto a que le habla y cuando se acuesta sueña con él.