OMAITAAAAAAAAAAAA

Ya está aquí La Omaíta negra (o de color para los que quieren quedar bien con todo el mundo), la perla de Guachingtón, la que algunos con las gafas desgraduadas consideraban una de las mujeres más atractivas del planeta. Yo, personalmente, estoy contento, especialmente por Marbella, porque se lo merece. Después de la peor carroña que ha asolado esta bellísima tierra, dejándola enfangada hasta las trancas, la gestora primero y el actual equipo municipal está haciendo una labor ardua por rescatarla de las aguas cenagosas entre las que todavía chapotea la ciudad.

Dicen que la publicidad que está generando la sra Mojama en todo el mundo costaría alrededor de 800 millones de dólares; es una cifra astronómica y difícil de cuantificar, pero sin duda, costaría un riñón el aparecer a todas horas en casi todos los medios audiovisuales del planeta. Marbella estará, pese a quien le pese, en boca de medio mundo por unos días; especialmente de los yankies, esos seres que más parecen extraterrestres y que como tal son tan reacios a salir de Yankilandia.

Muchos disimulan su envidia argumentando que es una catetada la de recibir así a una señora que no tiene otro mérito que la de haberse casado con un chaval espigado que con el paso de los años llegaría a ser el primer presidente negro de los USA. Puede ser que tengan algo de razón, pero para Marbella, San Pedro, Benahavís y Estepona significa algo más que una charlotada, significa el seguir viviendo de lo que lo hacemos el 100% de los que aquí vivimos: del turismo.

Yo he trabajado casi dos años en el Hotel Villapadierna, y puedo dar fe de que si ha sido elegido el mejor de España y de los mejores del mundo no es por casualidad. Su dueño, Ricardo Arranz, forrado de millones gracias a la primera industria española, el pelotazo urbanístico, tuvo un sueño hace diez años y no ha parado hasta conseguirlo: construir un hotel y situarlo entre los mejores del mundo. Todo esto a base de dinero, esfuerzo y tesón. Invito a todo el que pase por la zona a tomarse un café en el Eddys Bar, o, si la cartera lo permite, una cenita romántica en La Veranda, o mejor aún, si la cartera rebosa billetes, pegarse unos días en una de sus habitaciones con la compaña adecuada. Os aseguro que nadie saldrá defraudado. Todos, absolutamente todos los jarrones, cuadros, tapices, mesas, bustos, etc. son obras de arte, antigüedades compradas por Don Ricardo a tocateja y guiados por su intuición. Por ejemplo, en uno de los salones se guarda la mesa donde se firmó La Pepa de 1812.

Ahora vayamos a las catetadas de pura cepa: la carretera de acceso desde Estepona, una carreterilla de segunda bacheada, se ha alquitranado, desbrozado los matojos y adecentado después de años y años de desidia absoluta. Cientos de vecinos y trabajadores hemos sufrido dicha carretera durante años sin que la corporación municipal de Estepona se dignara arreglarla. Viene ahora Mrs Obama y se convierte en una especie de Mrs Marshall o de Atila pero al revés: en lugar de arrasar lo que pisa, lo transforma para bien. ¿culpa de Mrs Omaíta? nooooooo, culpa de los politicuchos que nos dirigen, ciegos ante nuestras necesidades pero vivísimos para con gente así.

Otra chuminada al más puro estilo tercermundista: mientras en Andalucía se pasa más hambre que en casi ningún lugar de Europa, va la Junta y le regala a la Mrs un lote de productos de calidad, con dos cojones. Como si no hiciera falta aquí.

Y la última pero no menor payasada, que no por frecuente deja de seguir llamando la atención: Todos los politicuchos, sin excepción, babeando hasta dejar un charco, por hacerse una afoto con la family Obama. Patético.

Para acabar este gran artículo, sometamos a un esfuerzo a nuestras meninges: imagínense que en vez de Obama, viene Bush después de que un barco ponga las costas de su país perdiditas de chapapote, ¿qué dirían esos progres de salón que se aprovisionaron de palas para limpiar de chapapote azuzados por unos tipos desde Madrid? ¿ no es una mujer florero Mrs Obama y la ponen como modelo de mujer liberada independiente? En fin, preguntas que lanzo al albur y cuyas respuestas se las lleva el viento, como dijo Bob Dylan.