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Sunday, August 29, 2010

HIDALGOS DE HOY EN DÍA


La mujer hoy día está en una posición, en mi opinión, más difícil que nunca por dos razones:
1. se ha incorporado plenamente al mundo laboral y
2. no se ha desprendido totalmente de los roles tradicionales que ha venido realizando desde la noche de los tiempos.
Esto conlleva muchas implicaciones: su carga de trabajo se ha multiplicado porque no sólo tiene que cuidar de los niños y de la casa sino que además debe cumplir un horario laboral de como mínimo ocho horas donde se le exige más que a nadie. Siempre debe estar guapa, arreglada, perfecta y no se le permite el más mínimo fallo.
Por el contrario, el hombre lo tiene (lo tenemos) más fácil, se nos da" más vidilla"; no nos preocupamos tanto por lo que tenemos que vestir, se nos perdonan más los fallos, la pereza, y, por si fuera poco, cuando llegamos a casa, no está mal visto derrengarnos en el sofá viendo el partido mientras la mujer se ocupa de la cena, por ejemplo. Ésta, es a grandes rasgos y con no menos excepciones, el retrato a brocha gorda de la relación hombre-mujer.
Yo, sin ser un dechado de virtudes, tengo el defecto de estar chapado a la antigua, quizás, como Alonso Quijano, de tanto leer novelas de caballería. Aunque esta faltita, tiene su cara amable: la de abrir la puerta del coche, esperar a que la mujer se siente y cerrar después la puerta; siempre dejar que la mujer pase primero, etc. Por descontado todo esto va de propina, quiero decir, que hacer esto no quita que te escaquees a la hora de hacer la comida, planchar, fregar y demás tareas hogareñas.
Bueno, pues todo esto que parece tan fácil y tan equitativo, se lleva a la práctica menos de lo deseable, y dejamos a la mujer que haga los trabajos que tradicionalmente han hecho además de los que tradicionalmente han estado reservado a los hombres.
Vamos a poner un ejemplo de una mañana cualquiera de un día cualquiera: ayer me acerco a la playa , 38 grados en la mollera, yo cómodamente repantigado en mi butacona leyendo Robinson Crusoe y mi natural inclinación al voyerismo me hace fijarme en una pareja de treintañeros con un crío de 3 ó 4 añitos que arribaban a la arena. Se ponen cerquita mío, le suena el móvil al prenda, y se pega diez minutos de reloj rajando y dando risotadas como un ganso mientras la mujer se peleaba con la sombrilla con varillas desajustadas y el crío con el Lorenzo pegándole de lleno en toda la cocorota. Justo cuando termina la conversación tan importante, la mujer acababa de ajustar las varillas de la sombrilla barata que portaban y había conseguido plantarla en la dura arena de la playa de mi pueblo como Amstrong plantó la bandera americana en la Luna. Pues el colega, no satisfecho todavía con su actuación ejemplar, se desviste y se da un chapuzón de por lo menos 20 minutos mientras quién si no, la mujer apaña al niño, le pone cremita, le da agua, le pone el bañador y lo pone a la sombra para que no coja una insolación. El tonto del haba desde el agua le hacía carantoñas a su hijo, haciendo el papel de buen padre, mientras la pobre mujer esperaba a que su "hombre" saliera del agua para poder refrescarse ella y su hijo.
Más cerca mío aún, había otro matrimonio ya de cuarentones, con dos crías de 7 u 8 años, muy parecidas entre ellas y bien educadas que jugaban a los cromos con un álbum de fútbol. La madre estaba bañándose, sale del agua, se acerca a la sombrilla y observa el plan: el padre leyendo en el "AS" la importantísima victoria del Atleti para el devenir mundial mientras sus dos hijas quemándose al sol de esta implacable ola calorífica. Tuvo que ser la madre, of course, la que apuntara la posibilidad al atentísimo marido de que les hiciera un hueco bajo la sombrilla si no quería convertir a sus hijas en pajaritos fritos.
Todavía recuerdo en un bar de Sevilla cómo una chavala tuvo que traer una butacona a tres zagalones más grandes que un trinquete mientras esperaban éstos cómodamente sentados en su butaca degustando un heladito.
Estos son ejemplos cualquiera de un día cualquiera que se producen más frecuentemente de lo que pensamos. En mi opinión no son meras anécdotas, sino pautas que se producen en todos los ámbitos de la vida diaria y que dejan a la mujer el papel más difícil de la obra mientras el hombre escoge el más facilillo de aprender para no ser abucheado.

5 comments:

Natalia Pastor said...

Queramos o no, hay ciertas actitudes y roles que no cambian y que la mujer sigue asumiendo de manera omnipresente.
No creo que sea por mor de igualdades variopintas o paridades absurdas con lo que estas situaciones vayan a cambiar: se trata simplemente de empatía, de asumir responsabilidaes, de compartir las cargas familiares.
En el fondo es una cuestión muy simple: falta de educación.

Anonymous said...

Me dan un poco de envidia los tíos que son capaces de tomarselo con esa frescura, y pensando que son merecedores de todo lo que la vida les da y lo que los demás hacen por ellos, qué guevos. Yo soy un pobre calzonazos que no soporto ver a una mujer cargar más peso que yo.

Praschcu

danicurri said...

sí, Natalia, es un asunto de respeto y de buena educación, algo que es de sentido común pero que muchas veces es el menos común de los sentidos.
Praschu, no eres un calzonazos por hacer eso, sino todo lo contrario; muchas mujeres saben apreciar esos detalles en un hombre, pequeñas cositas que no cuestan mucho pero que significan un montón.
Creo que ese tipo de hombres del que hablas está tan en peligro de extinción como el lince ibérico y de aquí a 20 años serán tan pocos que no significarán nada.

Juliana Gómez Cordero said...

Estimado Danicurri, prometí visitarte y cumplo mi palabra.Me encuentro con una simpática nota que se refiere en forma gentil, reconociendo los sinsabores que todavía pasan las mujeres (me incluyo) a pesar de la evolución lograda en los últimos tiempos.
Eres uno de los pocos que reconoces el trajín de las mujeres en todo orden de sus actividades poco y nada valorada por los hombres.¿Alguna vez lo lograremos?
Creo que sí, si cunde tu ejremplo.
¡ Gracias por intentarlo!
Un saludo afectuoso.

danicurri said...

gracias señora Juliana y un afectuoso saludo