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Friday, August 27, 2010

TOMATAZOS (I)


De tantas tonterías se cansa uno, y no hablo de gente de la calle, de ciudadanos corrientes y molientes en los que se disculpa la estulticia. Hablo de peña que se supone que nos representa, bien políticamente, bien intelectualmente: algunos se dedican a señalar con el dedo del chivato a los que hablan distinto al "aparatchik" oficial; otros, los supuestos intelectuales, no tienen nada mejor que hacer que escribir auténticas memeces disimuladas por un barniz supuestamente intelectual que se desprende a poco que rasques con la uña.
Empecemos por la memez del intelectual de turno: entro en el blog de Antonio Muñoz Molina, escritor reputadísimo, respetabilísimo, que a mí personalmente me resulta tan empalagoso como un merengue de dos pisos pero que no por eso deja de ser una de las primeras plumas de España, con una mochila llena de premios nacionales e internacionales y una obra digna del mejor aplauso; miembro por derecho propio de la prestigiosa y honorable RAE desde hace muchos años, por el buen uso y manejo que hace de la lengua española; entro en su blog decía y me encuentro con que La Tomatina no le gusta nada al señor ¿el motivo? argumentos "de peso" como que es excesivamente dispendioso sembrar tomates, fertilizarlos, recogerlos y llevarlos a Buñol para que el populacho se los arroje entre sí con tanta mala idea; otro argumento que esgrime este Píndaro de nuestra época es que muestra una imagen de España en el extranjero como la de un país atrasado, primitivo, bárbaro y demás lindezas.
En esto último no le quito la razón a AMM, como ya saben los millones de lectores que me devoran qué es lo que pienso del españolito de infantería, pero no precisamente por culpa de La Tomatina, sino quizás, (ay Don Antonio, qué memoria más selectiva) por el terrorismo independentista y los que los "comprenden", por el nazionalismo periférico que sacude el árbol a ver que es lo que cae, etc...que se origina todo en la secular ignorancia del pueblo.
En cuanto al dispendio de dinero público, es tan ridículo el argumento que esgrime este D'artagnan de la palabra que resulta embarazoso rebatirlo: no voy a entrar siquiera en que los beneficios que obtiene Buñol con la celebración de la fiesta son compensados con creces, pero si siguiéramos el consejo de AMM no podríamos celebrar ninguna fiesta popular, porque todo cuesta dinero:¿ la Feria de Sevilla? ¿los carnavales de Cádiz? no, que les cuesta un dineral a los aytos respectivos y el populacho acude en coches que contaminan un huevo; ¿el FIB de Benicassim? nanay, que aparte de lo dicho antes, la peña se coge unas borracheras de aúpa y da muy mala imagen al New York Times; ¿los Sanfermines? tampoco, que además son antiecológicos, maltratadores de animales e insosteniblemente sostenibles, como diría uno de los politicuchos cualquiera de la Junta de Andalucía, por poner un "poné".
A Don Antonio, que tanto viaja a NY, habría que restringirle los viajes, porque los aviones contaminan una barbaridad, y así hasta el infinito hasta que o bien nos quedáramos en casa para no molestar y sólo saliéramos a la calle para escuchar a Mozart, Chopin y demás cogidos de la mano mientras leemos a Schopenhauer y Spinoza desde la niñez.
Y luego, el seguidismo de la audiencia; confundiendo el tocino con la velocidad, sus lectores lo apoyan tozudamente exponiendo ejemplos absurdos para que encajen en el ideario de Don Antonio, impacientes porque éste les dé su anuencia o una palmadita en la espalda en forma de comentario de agradecimiento. Que disfrutes con las novelas de un escritor no significa que te huelan bien hasta sus peos, por el amor de Dios. Son como los politicuchos del solar español, que sólo saben seguir órdenes de arriba a la vez que mascullan:"si, bwana". Sólo Jartitta salvó el honor atreviéndose a discrepar tímidamente preguntándose qué mal hacen miles de personas arrojándose tomates. Porque me pregunto yo:¿ no es mejor arrojarse tomates que piedras? ¿o balas? porque no de arrojarnos, sino de dispararnos balas los unos contra los otros sabemos los españoles algo. Como mínimo, desde los tiempos de Escipión el Africano.
¿No saben los intelectualoides de medio pelo que el ser humano en general, y el españolito en particular necesita desfogar su barbarismo de alguna manera, y que si no lo hace en estas fiestas populares lo podría hacer de otra manera más dañina?
Aunque no lo parezca tras este articulito, mi admiración por Don Antonio sigue intacta, básicamente por su civismo y su espíritu democrático y porque comprendo que una mala tarde la tiene cualquiera. Aunque desde luego se ha ganado una buena tomatada como los malos comediantes de antaño.

2 comments:

Anonymous said...

No cabe duda que la fiesta (sea más o menos bárbara), nació como una válvula de escape de tensión social. Para apaciguar al pueblo (y hoy la seguimos necesitando por muy a siglo 21 que estemos).

Lo que me extraña es que ningúno de los grupos loquesea-istas o anti-nosequés nos haya salido todavía por peteneras: ¿Para cuándo una manifestación contra el maltrato vegetal? ¿Qué culpa tiene el tomate? jajaja

Praschcu

danicurri said...

exacto, esa es la idea, la de que no se puede celebrar nada sin que nadie se moleste: Moros y Cristianos, es racista, San Fermines, es cruel para con los toros, hasta El Palio de Siena, severamente criticado porque los caballos sufren mucho, dicen los ecologistas furibundos.
Así como hay fiestas bárbaras como la de tirar cabras desde campanarios escudándose sus partidarios en su larga tradición, hay otras fiestas totalmente inocuas, que fomentan la diversión, el turismo y los ingresos para sus habitantes cuyos detractores se empeñan en mancillar por ser precisamente tradicionales. Estos amargados profesionales disfrutan prohibiendo la diversión de los demás para así sentirse seres intelectualmente superiores que el resto de los mortales.