GENTUZA (I)

Estamos rodeados de gentuza, niñatos mafiosos con la lengua suelta y la porra ligerita; quizás, querido lector, tú eres uno de ellos, formas parte de esa gentuza que va por ahí en manada como los lobos, amedrentando a ciudadanos currantes, del verbo currar, que desconoces su significado porque no lo has practicado nunca. En lo que sí son duchos estos maleantes son en el insulto, en la amenaza, en el mamporro, siempre escondidos entre la masa o detrás de un pañuelo al modo de los cuatreros del far west, o sea, el lejano oeste que el día de la huelga general era más bien el cercano bar, centro comercial u hotel.

Cuando digo que estamos rodeados es que hay más de estos cuatreros que ciudadanos honrados, que la densidad por metro cuadrado de vagos maleantes con pancarta sindicalista es muy alta, y de que estos buitres sin alas pero con pancarta han encontrado en los sindicatos un lugar idóneo donde dar rienda suelta a su sectarismo, su jeta y su violencia.

Si no fuera por la violencia, habrían hecho huelga los cuatro gatos trasnochados de siempre, que están todos cortados por un mismo patrón, con un discurso que estaba de moda en el S. XIX, cuando la revolución industrial e Isabel II, y en industrias como la textil y ciudades como Barcelona se producían algaradas de los trabajadores totalmente justificadas por las injusticias que sufrían. Pero para esta gentuza el tiempo no ha pasado, siguen aún con el mismo discursito y llenándose la boca con libertad, derechos, democracia pero sólo para ellos, porque el que les desdice, no les sigue el paso, no se integra en el rebaño de borregos, sale mal parado: escupido, insultado, humillado, golpeado, de todo menos halagado.

Unos sindicatos que, tras mirar para otro lado durante varios años ante el desgobierno (nunca mejor dicho) del gobierno, deciden organizar una huelga dándole tres meses a los señores del gobierno para darles tiempo a prepararse; un gobierno que lleva años financiando a la tropa sindical con cientos de millones de euros del dinero de todos para que, entre otras cosas, les dé para palas con las que arrimarse el marisco en las comilonas sindicales y para acumular bárbaros para que puedan, todos juntitos y enmascarados, destrozar bares, tiendas, aporrear a ciudadanos currando, insultar y acorralar a la poli, etc.

Los ejemplos son cientos, y mi ciudad de origen, Sevilla, se ha llevado la palma, no de oro como la de Cannes, sino de palo como los que dieron los vikingos en el bar El Serranito porque a los trabajadores les había dado la gana de trabajar, fíjese usté que cosa más rara. Y para rizar el rizo, entre los hunos sevillanos, había varios altos cargos municipales de IU ¿de qué iban a ser si no? apoyando y jaleando la barbarie. Luego, el tal delegado de economía del ayuntamiento (me apuesto un huevo a que está enchufado y que cobra 5000 euros al mes) ante la cámaras de TV, orgulloso de lo que había hecho y que de dimitir nada, que si acaso un premio o una medalla al mérito. Pero no importa, porque a este tío lo han votado los sevillanos y me apuesto el otro huevo a que ahora mismo hay muchos sevillanos orgullosos de tener un tío así en el ayto y apoyándole aún más si cabe, más que nada por joder. Y ahora, multipliquen este caso por todas las ciudades españolas, todas y cada una con sus concejales de IU, sus sindicalistas chupones, mamones, de las tetas flácidas, caídas, de un país del que dicen que así no pero del que no sueltan el pezón ni siquiera para respirar, y claro, así no dejan al resto de lechones que podamos mamar aunque sea un poquito.

He escuchado, he leído por ahí a gente sabia, informados, afirmando sin tapujos que los sindicatos han salido mal parados de esta huelga, que están en la cuesta abajo y sin frenos; pero no me creo nada, sino más bien al contrario, que han salido reforzados en este país sectario y violento a más no poder donde al día siguiente de la huelga, el caudillo de los huelguistas estaba realizando tocamientos con el gobierno responsable de la actual situación. La pantomima, la comedia llegó a su último acto. Chapó para el guionista y los actores principales, que han representado su papel a la perfección y han movido los hilos de miles de marionetas ignorantes para que se apropiaran de la calle como los bárbaros cuando saqueaban Roma.

El refranero español es sabio y diverso, y dice:"dime de qué presumes y te diré de qué careces". Como esos curitas que desde el púlpito condenaban al infierno a los adúlteros y al rato ellos mismos toqueteaban los bajos del monaguillo (ojo, es sólo un ejemplo,que yo no soy uno de esos estúpidos que piensan que la Iglesia Católica es un nido de pederastas), me gustaría saber qué hacen los sindicalistas en su vida privada, una vez que las cámaras no les prestan atención. ¿Qué hará el de los colmillos afilados, Méndez, después de arengar al proletariado en contra del patrón? ¿Quizás ir a comer langostinos de gorra con un patrón? ¿y el Toxo, que nunca lleva corbata porque piensa que es de derechas, se irá de crucero por ahí con todo el lujo a que los trabajadores que él dice tanto protege le deshagan la maleta, le cuelguen la ropa bien dobladita o le sirvan un vermú en su punto no vaya a ser que se enfade? ¿y usted, si es sindicalista de tropa, que se llena la boca con el derecho y la libertad, y luego va por ahí acojonando a honrados trabajadores mientras se lo lleva crudo a fin de mes gracias a los impuestos de esos mismos currantes que tanto les cuesta pagar?¿se puede mirar al espejo un sindicalista que amedrenta sin que se le caiga la cara de vergüenza o la vergüenza se le cayó ya hace tiempo y nunca se volvió para recogerla?

Esto es lo que tenemos y hemos tenido desde siempre en este putiferio y lo que te rondaré morena.