Qué bien me lo pasé el viernes pasado, por la noche, con el programa "Lágrimas en la lluvia", presentado por Juan Manuel de Prada. No por la peli en sí, "Aguirre la ira de Dios" que reconozco que no la ví entera, sino por el debate, presentado y moderado por el inclasificable Don Juan Manuel de Prada, una de las mentes más esclarecidas del reino.
De Prada luce su oronda figura de pavo relleno para "Thanksgiving day", mareándonos a los televidentes al no acertar casi nunca con la cámara que le toma el primer plano, sonsacándonos a los cuatro seguidores que tiene una mueca de comprensión ante su impericia en plató. Sus pintas no son menos risibles, con la corbata mal anudada, unas gafas de pasta igualitas a las que llevaba mi abuelo hace 20 años y un peinado de niño bueno de los 60 de los que iban al cole con pantalón corto de la mano de su madre. Pero todo es disculpable ante la sabiduría que atesora que de tan honda es insondable, su falta de prejuicios ante el escarnio diario que sufre a manos del mester de progresía y su posición de nadador a contracorriente de los dogmas indiscutibles e indiscutidos que nos agobian.
Luego, los invitados. Harto de niñas monas enseñando escote siliconado y piernas de garza anoréxica como mayor mérito , de plastas del tipo de Flo, Wyoming y Motos ganando una pasta por hacer el ganso durante años y de putones y maricones desorejados vomitando sapos por la boca, Juan Manuel de Prada nos trae a gente como el gran Fernando García de Cortázar, cuyas terceras en el ABC hacen época o José Javier Esparza que tenía el mejor programa de radio de la madrugada en la COPE, "La estrella polar". Un debate sin gritos, ni aspavientos, ni insultos pero con sapiencia infinita, exquisita educación y desusada cortesía.
Y sí, en Intereconomía, ¿pasa algo?
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