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Monday, May 10, 2010

EL MAR


Es como un imán que te atrae con una fuerza irresistible, como un hipnotizador que te anula la voluntad y juega contigo, un titiritero que mueve los hilos y te hace caminar hacia él. El mar.
Desde que hace casi siete años me mudé a la costa, creo que se pueden contar con los dedos de la mano los días que no he ido a verlo, a olerlo, a sentirlo, en definitiva. Por supuesto en verano, a tostarme vuelta y vuelta al sol aquí en San Pedro, Marbella o en la maravillosa Tarifa, que está a una hora en coche. Pero también acudo todos los días en invierno, cuando sopla un levante de mil demonios y las palmeras del paseo marítimo se contorsionan y gimen como quejándose por el traqueteo al que se ven sometidas. Días de lluvia en los que los arroyos, los riachuelos y los ríos van a morir al mar, engullidos por esa masa enorme de agua que aunque tengan nombres distintos es la misma agua a lo largo de todo el planeta.
La Costa del Sol, aunque en gran parte arruinada por la avaricia, conserva aún algunos tesoros en forma de calitas con huertas hasta la misma orilla, salpicada de antiguas torres vigía testigos mudos durante siglos de los avatares de la vida, y de ríos, muchos ríos cortos, limpios y estacionales por la rigurosidad del clima y la cercanía de la cadena montañosa que la aisla del interior. Ríos que en esta época de lluvias lucen esplendorosos, ignorantes de que su vida es corta y que el mar les está esperando al final del trayecto para engullirlos.
Otros días, cuando sopla viento fuerte del sur, procedente de África, el mar ruge como un león buscando hembra. Su rugido se puede escuchar a lo menos un km de distancia, y a los que somos de secano, las primeras veces nos sorprende el atronador aullido marino similar al de una Harley con el carburador trucado. Es en esos días de furia cuando los soldados de Neptuno, que son las olas, atacan sin piedad la costa, incansablemente una y otra vez, hasta derribar todo lo que encuentran a su paso, arrastrar hacia el vientre marino la arena y vomitar miles de objetos, sobre todo palos, plásticos y conchas de todos los tipos y tamaños. Es en esos días también cuando más huele el mar, cuando la brisa te trae hasta los orificios nasales todo el olor de millones años de mar, de agua salada mezclada con peces, mamíferos y rocas que te penetra bien hondo hasta el último alveolo y te ensancha los pulmones como si fueran cometas listas para volar.
Pocas noches al año, que siempre son frías, secas y calmas, cuando la luna está redonda y blanca como un plato y baja porque la noche no ha hecho más que comenzar, si la superficie está tranquila, la Luna lo usa a modo de espejo, y se mira presumida, reflejando su perfil blanco y virginal para regocijo nuestro.
La semana pasada, temprano por la mañana, en un día que apuntaba a ser caluroso, con un agua quieta como una sopa, me asomé a la barandilla del estupendo paseo marítimo que nos dejó el GIL y había un barcazo imponente atracado como a una milla de distancia, justo entre San Pedro y Puerto Banús. No soy un experto aunque haya leído mucho sobre barcos, pero sería una fragata de por lo menos 70 u 80 m. de eslora, con 5 mástiles altísimos y dos filas de portas por costado. No pude distinguir ni el nombre ni la nacionalidad, aunque el perfil era similar al barco escuela Juan Sebastián Elcano. Sentí envidia de esos hombres de mar que hacen moverse a una mole de millones de kg como una bailarina y que visitan muchas ciudades del mundo mientras trabajan en equipo. Y no pude por menos imaginar el terror que habría sentido si por cada porta asomara un cañón y empezaran a escupir fuego sobre el pueblo, tal y como pasó cuando los ingleses destrozaron Portobello en 1740, los españoles Argel en 1785 con el gran Barceló a la cabeza o los franceses sobre Tánger en 18oo y algo.

2 comments:

Uno Más said...

Es verdad que las noches de luna son más frescas en estas latitudes y no está demás cruzar los dedos o tocar madera si te ha tocado guardia esa noche. También es veldá que los amaneceres son especialemnte bonitos, cuando la gran bola de fuego va asomando el flequillo por esa línea infinita y mediterránea, vienen con el photoshop de serie ya incorporado,por la vieja.

La primera vez que fui de marcha a Madrid, siendo aún un chavea independiente y liberal, iba con un colega en el metro hablando, y unas señoras simpáticas al escuchar nuestro acento sureño ¨de provincias¨nos preguntaron;

-¿Ustedes de dónde sois majos?
- De la playa,señora.
-jeje, que gracioso,¿pero de qué playa?
-De la playa señora.La playa es solo una...
-jeje...que gracioso.
-Hablo en serio señora.

Yo también soy adicto al mar en todas sus formas y estaciones.Y cuando vi al Amerigo Vespucio atracado en el puerto de Cádiz, mientras muchas gaditanas mojaban las bragas al ver el desfile de spaguettis pelones, yo también tuve mi momento de humedad cuando vi esas líneas dieciochescas del buque escuela italiano.Sólo que ese día no llevaba bragas.

Un saludo vrotha.

danicurri said...

welcome back, my friend!!!