My Blog List

Monday, June 15, 2009

Todo lo que voy a contaros es de memoria, de varios libros que leí sobre el tema el año pasado y que marcaron a fuego mi cerebro y sobre todo mi corazón.
La historia es de sobra conocida: el General Custer, el séptimo de caballería, los indios, Caballo Loco,Little Big Horn, etc.
Todo empezó cuando mi amigo John Levy me habló de Flashman, el antihéroe novelesco inglés que está presente en todos los grandes acontecimientos del XIX en los que se ve envuelto el ejército británico: la conquista de Afganistán, la Batalla de Balaclava con su carga de la caballería ligera incluida, y la guerra Civil Norteamericana.
Ésta última novela tocó superficialmente a los indios nativos norteamericanos y yo, intrigado, busqué en la red hasta comprar en Amazon " Life among the Apaches", un libro no traducido al español escrito por un soldado americano que pasó nueve años entre los Apaches y que, obviamente, llegó a conocerlos mejor que nadie.
Luego buceé en internet, la wikipedia, etc, y me hice una idea bastante aproximada de lo que pasó aquel día de junio de 1876 en las colinas de Little Big Horn en el estado de Montana, USA.
El general George Amgstron Custer fue un soldado conocídisimo en su época debido a sus éxitos sobre todo en la Guerra Civil de su país. Destacó por su increíble valentía, atrevimiento que rallaba en la locura y que le expuso a una muerte casi segura que al final no se produjo. Sus hazañas en las batallas de Bull Run, Chancelorsville y Gettysburg le granjearon una popularidad inmensa y un aura de invencibilidad entre la tropa que ayudó no poco a ganar la guerra contra el ejército sureño del General Lee.
Era 1865, la guerra había terminado y Custer con sólo 26 años era tan popular como el presidente A. Lincoln (que ese mismo año sería asesinado).
Lo malo para Custer era precisamente eso: que la guerra había terminado. Un hombre de acción como él, un soldado puro no podía estar "en la reserva" sin pegar un solo tiro. Los años pasaron y sin guerra no podía haber acciones memorables o valerosas y por tanto no había ascensos ni fama.
Su ego infinito no tenía de qué alimentarse hasta que encontraron un nuevo enemigo (Custer siempre envidió a los británicos porque luchaban en todo el mundo y decía que ellos tenían muchas posibilidades de gloria mientras que los norteamericanos todavía no tenían esas ansias imperialistas que demostrarían años más tarde cuando tomaron Cuba), los indios.
Los indios estaban en las últimas: en el Sur del país, los Apaches (que eran los mejores guerreros, los más salvajes y los más libres) estaban acosados por todas partes, y sólo las tribus lideradas por Mangas Coloradas y Gerónimo lograron ponerles en apuros algunas veces.
En el norte la situación era aún más dramática para los indios: la mayoría estaban encerrados en reservas y sólo unos pocos dentro de unas pocas tribus (los Sioux y los Cheyennes) hacían frente al hombre blanco. Estos eran los más salvajes dentro de los salvajes, así como los más valientes,
y preferían morir cien veces antes que verse encerrados en una reserva. Estaban liderados por dos jefes de sobra conocidos: Sitting Bull y Crazy Horse, oséase, Toro Sentado y Caballo Loco.
La expansión del hombre blanco era imparable: trenes, ciudades, carreteras y gente, sobre todo mucha gente venidas de todo el mundo con ganas de hacerse ricos.
Para el indio eso era una afrenta, como una patada en los güevos: el simple hecho de que un hombre blanco pise su territorio sin su permiso desencadenaba el ataque de los indios, los cuales mataban a los hombres, violaban a las mujeres y secuestraban a los niños. No se andaban con tonterías.
Mañana más queridos lectores que tengo que hacer cosas y os engolfáis en la lectura y la/el parienta/e se enfada.

1 comment:

danicurri said...

ahora que lo pienso, ¿rayaba es con "y", no?
alguien lo sabe?
chao