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Sunday, September 05, 2010

LA GLORIOSA


pronunciamiento : "Alzamiento militar contra el Gobierno, promovido por un jefe del Ejército u otro caudillo".
En 1868, hubo en España una revolución que entre otras cosas, consiguió derrocar a los Borbones y pudo empezar un tímido proceso pseudodemocrático que, sin embargo, no duraría mucho.
Hubo, asimismo, varios actores principales en esta obra tragicómica, desde los nefastos O'Donnell y Nárvaez hasta los mejores Serrano, Topete y, sobre todo, el gran, genial, catalán aunque español, Don Juan Prim.
El reinado de la taimada Isabel II iba de mal en peor, y cuando empezó la década de los 60, los tumultos se sucedían en muchas ciudades españolas, sobre todo Madrid y Barcelona. Una gran crisis agrícola y económica, el gasto lujurioso de la corte y sus escándalos sexuales (protagonizados por la propia reina) ayudaban a empeorar la situación; pero lo que condujo a la sentencia definitiva, sin remisión de todo el sistema gubernamental, fue la paupérrima clase política que, primero encabezada por O'Donnel y seguidamente por Nárvaez, sometieron al país a un estado lamentable de represión, censura mediática y de autoritarismo que anclaba a España a la Edad Media alejándola más y más de los grandes países europeos.
Prim, el héroe de Los Castillejos, en Marruecos, donde defendió Ceuta y Tetuán ante las agresiones morunas (¿os suena de algo?) y héroe también por su acertadísima salida del suicida sueño imperialista de Napoléon III de colocar a Maximiliano de Austria como rey de México (tal y como suena, no es que me haya tomado una seta alucinógena), Prim decía, popularísimo, famosísimo como nadie en su época, protagonizó varios pronunciamientos desde mediados de la década, aunque todos fueron infructuosos. Y si bien no tuvieron éxito, poca culpa le cabía a Don Juan,que se vio abandonado a su suerte ante la desidia de la tropa. Intentos como el de Valencia, donde llegó disfrazado de pescador o el de el Cuartel de San Gil, donde cientos de sargentos de ese cuartel de Madrid se levantaron en armas para acabar días más tarde fusilados cruelmente como perros. Fue en este pronunciamiento, cuando Prim estuvo en un tris de perder la vida al tener que escapar de Madrid con todo el ejército realista a sus talones, comandado por un personaje de gratísimo recuerdo para mi pueblo, San Pedro de Alcántara, ya que fue su fundador, Manuel Gutiérrez de la Concha. Prim burló hábilmente a Don Manuel para escabullirse en Portugal y de ahí a París, donde tenía su cuartel general a salvo de la represión isabelina.
La dura represión de O'Donnell contra los sargentos de San Gil, que mandó que los fusilaran, su posterior apartamiento de la jefatura en favor de Narváez que, ni corto ni perezoso, blandió la espada de la represión más absoluta, hicieron que el pueblo español cayera rendido sin condiciones en los brazos de Prim. Éste, desde su exilio, fue madurando el golpe definitivo. Y éste llegaría en Septiembre de 1868 y cómo no, desde Cádiz, siempre Cádiz.
Salió Prim en un vapor desde Londres hasta Gibraltar disfrazado de mayordomo de unos señores, y desde el peñón, embarcó en una lancha hasta la misma ciudad gaditana donde le esperaba Topete, almirante de la marina y partidario de la causa. Llegó también el general Serrano y el 18 de Sptbre entraron en Cádiz con el ejército como apoyo y lo que es más importante, la gente toda, unánimemente, de su parte. Es de resaltar que cualquier revolución no llega a buen puerto sin el apoyo unánime del pueblo; por eso, fallaron los primeros intentos y fructificó el último, cuando el apoyo popular era tan grande como entusiasta.
La revolución se propagó como la pólvora por toda España: Sevilla, Córdoba, el levante, Barcelona, se unieron a la causa y sólo faltaba la guinda, Madrid. El general Serrano, con un cuerpo de ejército, se dirige a Madrid del que había salido días antes el Marqués de Novaliches hacia el sur para detener la insurrección. Los dos ejércitos hermanos se encuentran en Alcolea, cerca de la capital cordobesa, y cuando todos pensaban que los realistas se unirían a la causa revolucionaria por el bien de España, fueron impelidos por su general a luchar contra sus propios hermanos. Una carnicería se produjo cerca del Guadalquivir ese día, en el que más de 2000 españoles murieron cuando podían haberse abrazados. El caso es que ganó Serrano e Isabell II,que estaba con su amante en San Sebastián, tuvo que coger el primer tren hacia París so pena de poner en riesgo su vida. Toda su familia se largó con ella, entre ellos su hijo y futuro rey de España Alfonso XII.
Así acabó momentáneamente la rama borbónica en España para dar paso a un gobierno de coalición y a la búsqueda desesperada de un rey que se materializaría en la figura de Amadeo de Saboya (sin premio) y, cómo no, el asesinato a sangre fría de uno de los mejores hombres que haya tenido nunca este desdichado país. Y es que, como dijo Ángel González, la Historia de España es como la morcilla, porque las dos están hechas con sangre y las dos se repiten.


2 comments:

Anonymous said...

Muy buena la frase esa de la morcilla, jeje. Me la apunto.

Mi abuelo, que tiene ya casi 97 años, fue militar en artillería, y estuvo en la guerra cicvil. Me contó que el día que estalló la revuelta él se estaba bañando en el Guadalquivir, allí en Córdoba, en el Fontanar. Tenía 23 años.Esto viene a cuento por lo de repetirse la historia, y es que mi abuelo opina que la situación ahora es parecida a la de entonces: crisis, el pueblo descontento, un gobierno de ineptos... Supongo que salvando las distancias, ahora la cosa no es para tanto, o esperemos que no lo sea. Pero me parece una buena ocasión para recordar que la república, al menos la segunda, no fue ni mucho menos un tiempo de color de rosa que unos hombres malos vinieron a estropear... Y que, como bien dices, una revuelta no triunfa si no hay un apoyo consistente y mayoritario detrás.

Praschcu

danicurri said...

desgraciadamente, pienso que tu abuelo tiene mucha razón, por todo lo que dices, especialmente la crisis económica, que es la espoleta que hace estallar el polvorín de las bajas pasiones...tipejos como el Súper juez Garzón, capaces de llegar hasta las últimas consecuencias y arrastrar consigo a millones de personas, son realmente muuuuuuy peligrosos. Y no porque lo diga yo, sino gente informada como el gran Fernando García de Cortázar, que sabe de Historia un rato.
Yo impondría a todo político un examen rigurosísimo de Historia, como mínimo española, para que que ningún politicucho ignorara quién fue, por ej, así a bote pronto, Guzmán el Bueno, El Gran Capitán, qué pasó en la Batalla de Lepanto y porqué nos pringamos hasta las trancas en la de Trafalgar. Si las bibianas y las pajines supieran eso, no actuarían como lo hacen,por ej, ir a Cuba a visitar al sátrapa barbudo deshonrando no sólo a los cubanos de ahora, sino a los de antaño como Martí, Maceo y Céspedes.
La frase es muy buena, se la leí al gran Paco Robles en su artículo diario del ABC.